Por Andrés García Canchila y Neyla Villa Sarmiento
Entre las promesas que se
enmarcaron en la campaña política de Santos, abanderar la “Ley de tierras”, fue
el motor principal para sembrar acuerdos que compensaran el desarrollo próspero
en la economía de los campesinos: tres años han pasado de gobierno y las
propuestas siguen enterradas junto con la falta de vocación productiva hacia el
sector agrícola.
Los tratados comerciales que se
han firmado han sido utilizados para remediar la situación económica del país y
mostrar qué tan competitivos somos ante las grandes empresas de insumos
agrícolas internacionales. El paro agrícola no solo tomó las necesidades de los
campesinos, las insatisfacciones de los mineros y los cabildos abiertos
instaurados por los universitarios exigiendo reformas inmediatas, sino que
también se llevó por delante la imagen política de nuestro presidente.
Se llevó la tranquilidad del
país. Derrumbando la sensación de seguridad que se había construido, de buena o
mala forma por los gobiernos anteriores. Despertando los fantasmas del pasado,
fantasmas cargados de incertidumbre, temor y vacío. Al colombiano le daba miedo
trasladarse por su país en carretera, situación que se ha repetido y se ha
visto nuevamente a la luz pública, debido al gran impacto que ha generado este
paro. Vías cerradas, protestas generalizadas, enfrentamientos entre ciudadanos
y la policía, son algunos de los aspectos que hemos evidenciado.
La anterior situación, arrastró
con las finanzas de nuestros campesinos quienes, fueron producto de un trato
injusto y de una política agraria inadecuada, han visto cómo su nivel de
endeudamiento ha aumentado vertiginosamente. Para estos, cada día es muy difícil
que sus productos se tengan en cuenta, la demanda diaria de productos
importados lo hace más difícil, los cuales han acabado con la producción
nacional y la vida digna que deberían tener nuestro campesinado.
Viendo todas estas
problemáticas que han germinado producto del paro, y las graves consecuencias
que ha generado para el país, vale la pena repensar un modelo que sea
totalmente adecuado, uno que tenga en cuenta la situación actual de nuestro
país. Es necesaria la creación de políticas incluyentes, políticas que no
destruyan la imagen del país, y que nos devuelvan todo… lo que el paro se
llevó.
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