Aquella que creyó estar perdida tras el sufrimiento del
maltrato, la traición, la desilusión y la pérdida de seres queridos.
Recuerdo claramente que, al llegar al pueblo aquel domingo
17 de febrero de 2019, después de saludar a mi padre, quien se encontraba en la
sala de la casa, salí de inmediato para el cuarto a ver a mi mamá, pero ella no
estaba allí. Recordé que era domingo y, por tanto, en las horas de la mañana se
encontraría en el patio lavando la ropa.
Llegué al patio y ella estaba allí; empapada, pero no
precisamente de agua. Era una mezcla entre agua y sudor, debido a que a esa
hora (10:35 am) el sol ya ha salido completamente y en Pueblo Viejo el calor es
insoportable.
A mí eso no me importó y la abrasé para saludarla diciéndole:
hola, mami, prepárate porque hoy te voy a entrevistar. Ella me separó de sí en
lo que decía: estoy mojada, te voy a ensuciar la ropa; “echa pa’llá, mijo”.
Insistí y nuevamente le dije: ya sabes te voy a entrevistar. Ella aceptó y me
lo afirmó moviendo la cabeza en dos oportunidades.