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Por: Natalia Ricardo |
Mientras se acercaba,
desde una esquina, en el barrio San Roque de Barranquilla, los niños corrían a
saludarlo y las vecinas mamaban gallo con él. Era Eduar Marriaga, boxeador
olímpico de la Selección Colombia, diez veces campeón nacional de boxeo
aficionado y quien marcó historia el año pasado al ser el jugador 102 en
clasificar a los Olímpicos 2012 en Londres; un joven de 1,76 metros de
estatura, con pantalón blanco a la rodilla, suéter
azul, una gorra al mejor estilo rapero y unas sandalias, algo descomplicado.
Este joven
extrovertido y alegre, quien a su corta edad considera que es un “pelao” pero
de mente un adulto, tiene una gran responsabilidad en su vida. “Quizás crean
que porque tengo 20 años no tengo la responsabilidad de mi familia. Piensan
siempre lo malo, pero yo soy el padre para mis hermanos y ellos son todo para mí”.
No me encontraba en
el mejor barrio de la ciudad, y, desde mi llegada, estaba temerosa de lo que me
esperaba, pues la descripción no era muy buena; sin embargo, se sentía el
folclor y la calidez de los vecinos. El ruido era el protagonista. Mientras Eduar
estaba sentado en un muro y yo en una silla, en la tienda, frente al edificio
las Villas, donde reside, el ruido de los camiones que pasaban y la música
fuerte que sonaba desde las ventanas del edificio, impedían una buena
conversación. “Esto es ambientoso, por el parqueadero y la gente; si quieres subimos
al cuarto pero deja que lo arregle”.