Por Iván De Castro
Un código de ética es muy necesario en estos tiempos,
sea para la relación que sea; incluso, siendo un poco más atrevido, se puede
llegar a utilizar en nuestras vidas, para así mejorarlas. En el caso del Círculo
de Periodista de Bogotá (CPB), tienen muy claro el concepto de volver la
profesión del periodista una realidad; y, aunque ya existen carreras que forman
a las personas en la misma, todavía hay un gran vacío para generar una mejora en
la constitucionalidad de la misma.
Haciendo un análisis más profundo entre el código de
ética del CPB y el proyecto de ley 234 de 2018, se puede denotar que los dos se
encuentran perfectamente alineados, pero ahí se entra en un estrecho margen
porque una cosa es el ya código creado e instaurado por el CPB y el otro el
fallido intento hecho por el senador que presentó el proyecto de ley ante el
senado.
Las dos posiciones tratan de llevar varios puntos, los
cuales se van a exponer en el presente texto. Uno de ellos es la ya conocida
objeción de conciencia, esta, principalmente, porque es una de las posturas o,
por así decirlo, un seguro para muchas personas que en el ejercicio de la
profesión se encuentran coloquialmente entre la espada y la pared, dándoles,
por supuesto, una salida legal a la encrucijada en la que se pueden encontrar.
Otro punto de suma importancia es la necesidad de
tener periodistas debidamente acreditados bajo la certificación de una entidad
de educación superior, que el profesional garantice la veracidad de todos los
hechos a contar en futuros no muy lejanos; de esta forma, se puede ver
claramente que todos esos periodista empíricos no se sigan gestando,
ocasionando fallas en el buen desempeño de la profesión; por consiguiente, otro
de los puntos importantes tratados en la ley sobre la nueva designación a la ya
creada, o mejor, a la ya reconocida profesión y sería la de categorizarla como
actividad de alto riesgo, que, por supuesto, necesitaría la implementación de
nuevos modelos de seguridad social y pagos para esas personas que desarrollaran
esa actividad; sin duda, ese gasto innecesario visto así por las grandes
corporaciones de medios sería obligación, lo que los pone en constantes enigmas
financieros, pues les costaría grandes reducciones a los grandes ejecutivos de
los diferentes medios y eso, claramente, no puede ser aceptado por ellos.
Y una vez más se vuelve a caer en la situación
lamentable, pero cierta de los bajos salarios que tienen los ya actuales
periodistas en el territorio colombiano.
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