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martes, 7 de mayo de 2019

Entrevista a Horacio Brieva Mariano

POR: NYLETH MURIEL

Horacio Brieva Mariano, inició su carrera periodística en El Heraldo en 1981 como redactor de planta. En 1982 ganó, con un equipo de El Heraldo, el Premio Nacional de Periodismo del Círculo de Periodistas de Bogotá, CPB. Ha sido director de noticias de RCN Barranquilla y Secretario Privado y de Comunicaciones de la Alcaldía Distrital de Barranquilla. En el año 2000, publicó el libro 'Retrato de una generación'. En la actualidad es el director ejecutivo de la Fundación Protransparencia y columnista de opinión de El Heraldo.

¿Cómo descubrió que el periodismo era su pasión?

Descubrí el interés por el periodismo, cuando estudiaba en el bachillerato. En mis primeros años, tenía en mente que tal vez podía ser ingeniero químico, pero resulta que, a veces las vocaciones se descubren de la manera más inusitada. En los años 70 el movimiento estudiantil en Colombia fue una verdadera ola motivada por varios fenómenos nacionales e internacionales y, entonces, en medio de ese movimiento estudiantil, yo descubrí que me gustaba escribir boletines, declaraciones y allí muy tempranamente fui descubriendo ese interés por la escritura, ante todo por la escritura. Eso fue lo primero que yo descubrí.
Años después ya tuve claro que el ejercicio de la escritura seria el instrumento que yo utilizaría para ejercer el periodismo porque, como tú sabes muy bien, el periodismo se puede ejercer de diversas manera y una puede ser en televisión o en radio o también a través de las redes sociales, pero, desde luego, el periodista tiene que tener en la escritura una herramienta fundamental porque yo no podría entender a un periodista de radio o televisión que no tenga habilidades de redacción, siempre será fundamental en la formación de un periodista el dominio de la escritura.

¿Cuáles eran sus expectativas cuando comenzó a trabajar en El Heraldo?

A El Heraldo llegué de la manera más sorpresiva, se podría decir porque en ese momento, tenía unos 23-24 años. Yo trabajaba en otras actividades para ganarme la vida. Era contabilista en algunas empresas, pero me gustaba, por supuesto, escribir algunos artículos sobre todo los fines de semana y en alguna oportunidad escribí un comentario sobre unas columnas que El Heraldo estaba publicando o reproduciendo de Gabriel García Márquez de los años 50 que el firmó bajo el seudónimo de La Jirafa y, entonces, yo hice un comentario sobre estas columnas que EL HERALDO dominicalmente publicaba y la llevé al periódico. En esa época, uno no las entregaba vía correo electrónico sino físico y yo la dejé en la puerta del periódico y pensé que de pronto el destino sería el tarro de la basura o que la publicarían de pronto en Los lectores escriben y, para mí sorpresa, la publicaron en la página editorial como una columna. Así, pues, a los días que yo fui a llevar otro artículo animado por ese que yo había escrito, la recepcionista me dijo que el director quería, conocerme, me programaron una cita y el director me recibió y me presentó a la subdirectora del periódico, Olga Emiliani, y me presentó también a Juan Gossaín y me preguntó si yo quería trabajar en el diario y yo, por supuesto, le dije que sí y muy presurosamente tuve que ir a decirle a las empresas donde yo trabajaba que hasta ahí llegaba y así fue como empecé mi carrera como redactor en El Heraldo.

¿Cuál fue su experiencia al trabajar con Olga Emiliani?
Fue una experiencia fascinante porque todos los que tuvimos la experiencia de pasar por ese kínder de Olga Emiliani aprendimos muchas cosas; en primer lugar, se trataba de una persona muy exigente, muy estricta que le exigía muchísimo al redactor, no solamente en términos de calidad sino de cantidad. Uno tenía que cumplir diariamente con unos promedios de dos o tres noticias y esas noticias tenían que ser bien pertinentes y bien redactadas. Yo tuve la experiencia de haber hecho notas muy flojas y cuando se las llevaba no solo las rechazaba sino también las rompía; entonces, creo que la experiencia de trabajar con ella fue fundamental para todos los que pasamos por ese kínder, y en ese grupo tuve la oportunidad de compartir con periodistas que han sido destacados en el país. Lo que soy hoy como periodista, lo logré obtener en esos años de aprendizaje al lado de esa maestra del periodismo

¿Qué aportes positivos ha logrado dar a la sociedad con su trabajo?
Eso, a veces, uno no lo puede medir porque, por ejemplo, yo que me he consagrado al periodismo de opinión, siento que la tarea, a veces, la tarea puede ser estéril en el sentido que uno llama la atención sobre algunos temas de la ciudad; por ejemplo, uno a veces escribe sobre la movilidad o sobre la seguridad o sobre la educación o algún tema de salud y uno cree que, de pronto, no le paran bolas, pero creo que a veces quienes toman la decisión publica, a veces, sí tienen en cuenta las opiniones de los columnistas de opinión, entre otras cosas porque en los últimos años los columnistas de opinión fuimos ganando cierta notoriedad en los medios; entonces, empezamos a influir, uno no se puede ufanar de que el columnunismo de opinión puede causar transformaciones en la sociedad, pero sí  podrá incidir en alguna medida.

¿Qué lo llevó a usted a escribir el libro Retratos de una generación?
Bueno, esa era un necesidad que yo tenía, que era como incalculable a finales del año 1997, cuando salí de la Secretaría Privada, de la alcaldía de Barranquilla, tuve la idea de escribir un libro que contara un poco mis memorias, mi experiencia en la política, desde los años juveniles. No sabía por dónde arrancar; entonces, me llevó un tiempo identificar desde dónde podía partir la historia y tuve una experiencia que estuvo a punto de hacer zozobrar el proyecto: resulta que yo, en esa época, dependía de mi hija Daniela para hacer los trabajos y ella me prendía y me apagaba el computador porque yo no tenía la menor idea; imagínate, al fin un típico integrante de una generación que no se familiarizó con la tecnología; entonces, cuando llevaba unas 30-40 páginas del libro sucedió algo misterioso, se borró todo lo que llevaba y estuve a punto de abandonar el trabajo, pero era tanta la necesidad de escribir el libro que casi, automáticamente, un domingo me senté en la mesa y reconstruí todo lo que llevaba avanzado. Yo creo que esa decisión que tomé ese día con un cuaderno definió la suerte de ese libro.

Como director de Protransparencia, ¿qué es lo más complicado de su trabajo?
Lo más complicado es que siempre, aunque nosotros en los 19 años de la institución siempre nos hemos esmerado por nuestros informes por ser lo más ajustado a la realidad, lo más ecuánime y riguroso y también hay que reconocer que hemos tenidos choques con algunos sectores cuando los intereses se sienten lastimados, pero no siento que alguna vez hayamos tenido una situación de alto riesgo.

En los 19 años que lleva la fundación, ¿qué puede destacar usted de este trabajo?
Varias cosas. Nosotros, a lo largo, hemos hecho veedurías al sector salud; en un momento, tuvimos una unidad de periodismo, que fue muy importante porque adelantó por primera vez en Barranquilla investigaciones que el periodismo local no había hecho, como, por ejemplo, sobre alumbrado público, la cual nos demoró 6 meses y la titulamos La ciudad de las altas tarifas. Hemos hecho también alianzas con la justicia para mejorar su calidad.

¿Cómo se sostiene la fundación Protransparencia?
En primer lugar, la cámara de Comercio concurre en el financiamiento porque fue la entidad que la creó, la creó en el año 2000 por sugerencia de Gustavo Bell, cuando era vicepresidente de la república; él, ante unos informes de Confecámaras que revelaban el estado de corrupción de diferentes capitales del país, le planteó a la cámara de Comercio la necesidad de una entidad que le hiciera seguimiento al sector público; entonces, se crea la fundación Pro transparencia y, desde entonces, la Cámara de Comercio ha concurrido en el financiamiento, pero no es la única entidad, hay empresas como Promigas, Argos, que siempre han aportado.

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