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jueves, 25 de abril de 2013

NO ME MUDO PORQUE QUIERO QUE ME DEN LA CASA QUE ME PROMETIERON

Por: Natalia Ricardo
Mientras se acercaba, desde una esquina, en el barrio San Roque de Barranquilla, los niños corrían a saludarlo y las vecinas mamaban gallo con él. Era Eduar Marriaga, boxeador olímpico de la Selección Colombia, diez veces campeón nacional de boxeo aficionado y quien marcó historia el año pasado al ser el jugador 102 en clasificar a los Olímpicos 2012 en Londres; un joven de 1,76 metros de estatura, con pantalón blanco a la rodilla, suéter azul, una gorra al mejor estilo rapero y unas sandalias, algo descomplicado.

Este joven extrovertido y alegre, quien a su corta edad considera que es un “pelao” pero de mente un adulto, tiene una gran responsabilidad en su vida. “Quizás crean que porque tengo 20 años no tengo la responsabilidad de mi familia. Piensan siempre lo malo, pero yo soy el padre para mis hermanos y ellos son todo para mí”.
No me encontraba en el mejor barrio de la ciudad, y, desde mi llegada, estaba temerosa de lo que me esperaba, pues la descripción no era muy buena; sin embargo, se sentía el folclor y la calidez de los vecinos. El ruido era el protagonista. Mientras Eduar estaba sentado en un muro y yo en una silla, en la tienda, frente al edificio las Villas, donde reside, el ruido de los camiones que pasaban y la música fuerte que sonaba desde las ventanas del edificio, impedían una buena conversación. “Esto es ambientoso, por el parqueadero y la gente; si quieres subimos al cuarto pero deja que lo arregle”.
Sus trofeos los guarda la mamá. "Los cinturones estan donde los patrones míos,
 yo se los regalo, si no tengo donde ponerlos". Este es el del mejor deportista
 aficionado de Barranquilla.
“Mira mi llavero”, dice Eduar, en medio de risas, señalando un mini guante de boxeo. Al entrar al hogar de Eduar, me percato que vive sin lujo alguno. Un baño y un pequeño espacio con su cama; un televisor de 32”, que, por lo general, está en el canal ESPN; un equipo de sonido, con música de los diablitos; uno de sus trofeos y medallas; una mesa, y su ropa colgada a la vista, lo que para muchos es una habitación dentro de una casa, para Eduar era su espacio, su hogar.
Y es que, con eso, se conforma hasta el momento, pues su sueño es comprarle una casa a su mamá, “Mi mamá me dice que yo soy loco. Yo le digo, ‘mami, imagínate ahora que estemos viviendo todos y que yo tenga una casa, de 10 y 12 cuartos, eso será nada más para ustedes, para mis hermanos y mis sobrinos. Yo pienso tener mi propia casa aparte y un cuarto ahí para llegar’. Eso es lo que yo pienso, ¿no?”.
En este momento, el llamado a la puerta, interrumpe la entrevista, una muchacha, recogiendo la ropa para lavar. “Esa es la cuñada mía. Yo soy quien le ayuda a mi mamá y a todos, por eso me hacen caso siempre”. Su mamá ha sido madre soltera, “mi papá nos dejó cuando yo estaba en la barriga. Mi mamá como que no es de buenas en el amor, termina fracasando”.
Retomando mi visita, sentados en la cama, lo observaba, con la mirada fija, hacia algún lugar confuso de la habitación, mientras recordaba lo que ha vivido. “Yo no tuve infancia, no como aquellos niños que los llevan a un parque a divertirse, que el papá le llevó un juguete; nunca pude disfrutar de eso”.
-       ¿Te arrepientes de no haber tenido una infancia como tú la describes?
-       No, no me arrepiento, porque eso me hizo ser una persona que sabe qué es lo bueno y qué es lo malo.
“Ayyy, Dios mío”. Alguien más esta en la puerta. “¿Qué, mami?”. “Niño, no dices ni mami cómo estás, ni nada, me habían dicho que había una gente aquí”. “Erda, erda, erda”, dice Eduar.
Se vuelve a sentar en la cama y me relata con una mirada cabizbaja el recuerdo de una navidad. “Llegaba la época de diciembre y yo quería unos zapatos caros, pero si mi mamá me compraba unos zapatos a mí, el otro se mariaba”, pues eran 7 hermanos. Desde pequeño, Eduar ha sido comerciante, a los 8 años empezó a comprar guacales “donde viene el tomate, en el centro”, me explica. Desde octubre hasta diciembre, tenía su plata invertida en sus guacales, más la plata de las propinas que los clientes del restaurante de su mamá, le daban.
“Aún hago caso, todavía mi mamá me manda, hace días compré una moto y me la hizo vender” 
“Al final, yo le dije ‘mami, cómprame nada más la ropa, que yo me voy a comprar los zapatos’, y le mostré la plata”. Ella, acordando con Eduar, le guardó el dinero; sin embargo, se gastó los ahorros de su hijo. “Yo cogí rabia, pero, después, caí en conciencia que esa plata era pa’ nosotros mismos. Y es que nosotros somos una familia que ha pasado muchos sacrificios y humillaciones”.
-       ¿Por qué humillaciones?
-       Porque, en momentos, nos echaban de donde vivíamos. Nunca hemos tenido una casa propia, pero algún día se la tengo que dar.
En un tiempo, su mamá se fue para Venezuela y Eduar andaba en malos pasos con amigos, con quienes vivía en hoteles y de los cuales el único vivo, es él. Para esta época, frecuentaba la zona cachacal, donde el profesor Alex lo vio un día, “‘Eduar ¿por qué no estás entrenando?’ Nombe Alex, no estoy entrenando porque no tengo ni donde vivir, ahora voy a entrenar”. Desde ese momento, el profesor Alex, lo llevó a vivir junto a otros niños en su gimnasio. Más adelante llegó don José Vallejo, su patrocinador, “él también me mandaba mis compras mensuales y arregló el gimnasio porque yo estaba ahí”
Pero cómo ha hecho este joven en un barrio sacudido por tantos problemas, para no dañarse y pensar en otras cosas, como el deporte. “Tengo muchos espejos, muchos amigos que están metidos en la droga, son ladrones, están presos, matan, o están huyendo porque mataron a alguien. Incluso, tengo un hermano que tiene varios días de haber salido de la cárcel, por andar con las andanzas. Ahora que salió lo puse a trabajar”.
Este deportista sorprendía con cada historia que relataba, no podía creer todo lo que prepara para lograr sus sueños y la forma cómo se emociona y llena de orgullo cuando habla de sus anécdotas, familia, viajes y su corta carrera. “Cuando viajé por primera vez, que me metieron en un hotel 5 estrellas, todo fue muy lindo. Yo le decía, profe esto es bonito; ‘si mijo, este es un hotel 5 estrellas, pero para usted vendrán cosas mejores’; y así fue”
En medio de las historias la tos interrumpe a Eduar, “¿tu le pones pausa a esto?”, me dice. Pero, igual, continuábamos con el encuentro.
-       ¿Te ves en los próximos juegos olímpicos?
-       Claro, esa es la meta. Si Dios me da la oportunidad de ir otra vez, no voy a venir con las manos vacías, porque esta vez vendré con una medalla, y ¿cuál va a ser el color? La que Dios quiera.
Pero para él lo más lindo ha sido cuando clasificó en Brasil, y se nota por la sonrisa con que cuenta esto y el orgullo que se le siente. Aunque, para mí, su felicidad se debía más que todo porque tenía la esperanza de clasificar como el deportista 101 y que, por fin, le dieran una casa, pues a ese deportista le daban su casa.
-       Y, ¿al deportista 101 le dieron la casa?
-       No, nada, todo fue una promesa
Como muchas más que hacen en el mundo. En estos momentos, busca su computador y empieza a mostrarme, orgulloso, fotos de deportistas que, a decir verdad, difícilmente reconocía.
''si soy bien pobre, pero tengo para pagar un arriendo, pero no
me mudo, porque quiero que me den mi casa''
Eduar me cuenta, al ver unas fotos, que el día antes de su pelea, discutió con el médico deportista porque le trasmitía negativismo, y cuando llegó el momento esperado, él salió y con seguridad de si mismo le dijo, “voy a clasificar”; como resultado, el barranquillero logró el triunfo.
-       ¿Qué le dijiste al médico cuando clasificaste?
-       Viste que te dije que iba a clasificar y clasifiqué, cuando yo tengo algo aquí (en la mente) y aquí (en el corazón) y las tengo bien puestas pa ir allá, lo logro. Entonces, él me abrazaba: lo hubieras visto en el camerino.
Era imposible dejar de escucharlo, aún con su peculiar forma de hablar, y a la vez difícil para él parar de contar historias, pero ya caía la tarde, por lo que, emocionada, y a la vez conmovida con todas esas anécdotas, me dispongo a despedirme de este joven boxeador. A mi salida, “¿No te provoca una gaseosa? Tómate algo.”
Aceptando su ofrecimiento, me tomé una coca cola y él una pony, “bebida de campeones”, dice, como si estuviera escuchando la publicidad de este producto. “Pues sí Nata, yo aquí vivo tranquilo. Eso sí, lo normal es ver a cualquiera fumando marihuana”
Caminando, esta vez para regresar a mi casa, pasaba por el parqueadero de camiones, y, como si fuera un dejavu, unos niños lo saludan efusivamente y le gritan tío, “así me dicen de cariño, yo soy tío de un poco de niños”. Por lo que pude ver, era cierto aquello de ser querido en su barrio, pues en cada esquina había alguien que lo saludaba. Por otro lado, se oye “campeón” y, más adelante, saluda con una pregunta a un amigo, “¿y tu hermano?... El mío ya salió”.

3 comentarios:

  1. Primeramente me llena de regocijo saber que si existen entrevistas tan dinámicas, tan completas, sin tanto "palabrerío" claro sin dejar a un lado las otras entrevistas, pero esta es una entrevista muy interesante, entrando un poco en materia, simplemente me encanto en la forma tan sutil y valiente de la mujer que entrevista a el Campeón olímpico de Boxeo Eduar Marriaga un hombre que cuenta la realidad social en la que muchos viven, un barrio donde mucha gente no se termina de criar y los esfuerzos que el utiliza para salir adelante, la fe de ser ganador es lo que hace mas creativa la entrevista, comienza normalmente en su vivienda algo humilde, sigue con su al rededor su familia (madre) y cuales son sus riesgos, se somete a unos hechos bastante trágicos que por su proceso de vida es algo normal. esta entrevista cuenta con las estructuras periodísticas pertinentes, es básica pero muy interesante, me gusta por la realidad, las respuestas del campeón de la selección Colombia, que se ve muy agradable con la entrevista y muy cordial al invitar hasta a comer algo, es completa y se usan palabras muy especificas para cualquier tipo de lector.

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  2. ANDRES CASTRO COMENTO..

    Satisfecho y gozoso de tal entrevista tan vigorosa y tan llenas de sentimientos cruzados, donde eduar un joven de 20 años pero de mente adulta que lucha por sus sueños que se encuentra en un delirio donde no le han dado su casa por ser participe de los juegos olimpicos y ser campeon tambien en torneos nacionales. Es una vida dura en la que vive en gran Eduar , un boxeador de clase baja que vive en un barrio pobre como lo es San Roque, donde nos muestran en la entrevista todos los aspectos que marcaron su vida desde su niñez que no fue tan buena como comentaba que fue difícil aceptar el no tener que ponerse ropa nueva que quería por su falta de dinero y su pobreza en la que se encontraban sumergidos, gran entrevista sin tapujos ni nada que ocultar, nos muestran todo como decía eduar, de como era su vivir y su actual vida en donde no lo respaldan y dejan perder tal talento.

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  3. Edilberto Junior Arias Moreno16 de mayo de 2018, 9:34

    Una entrevista con sentimientos encontrados de una joven promesa del boxeo Colombiano este es Eduar un joven humilde que creció entre la pobreza y la delincuencia en la ciudad de Barranquilla fue participante de los juegos olímpicos en donde le hicieron una promesa no cumplida vive en una humilde y pequeña casa que podía ser un cuarto está localizada en un barrio de bajos recursos y entre los marginales de la ciudad "San Roque" desde niño paso por situaciones muy duras para un niño nunca los llevaban a un parque o a comer helado ya que su madre es soltera y andaba trabajando para navidad era duro que no todos podían ponerse su ropa nueva ya que era 8 incluyéndose, un joven con talento pero con pocas oportunidades y que se ha ganado el cariño de muchos niños por su humildad y su gran sencillez.

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