Por Somerys Martínez y
Duesanders Sánchez
Una tarde calurosa, acompañada
de las brisas decembrinas en la ciudad de Barranquilla, nos dirigimos al novedoso
conjunto residencial Paraíso Caribe.
Al subirnos al taxi, saludamos
cordialmente al conductor del vehículo, quien respondió amablemente el saludo. Al
cerrar la puerta del auto fuertemente, el señor lanzó una mirada fulmínate por
el espejo retrovisor que nos hizo sentir un poco incómodos. El señor, con el
ceño fruncido, nos preguntó hacia dónde nos dirigíamos. Apenados, le dimos la
dirección del lugar.
El señor parecía confundido,
no sabía a dónde íbamos exactamente. De manera apacible, preguntó: “¿ustedes ya
han ido por allá?”. A lo que respondimos: “No, es primer vez que vamos”. Hubo
minutos de silencio. Nos percatamos a revisar los teléfonos móviles, con la
esperanza de encontrar una guía para dar con el sitio. Recordamos el nombre del
edificio e inmediatamente se lo hicimos saber al conductor. Él, con el auto en
primera aceleró y dijo: “Hubiesen empezado por ahí”.
Al ingresar al edificio, era
un poco más o menos las cinco de larde, nos recibió un señor de estatura media,
con aproximadamente cincuenta años. Vestido de uniforme gris con un estampado
de letras amarillas en el lado izquierdo de su pecho, se veía su apellido. El
vigilante, muy gentil, nos indicó el camino para tomar el ascensor que nos
llevaría al apartamento. Oprimimos el botón para subir al piso y, mientras las
puertas se cerraban, notábamos que se encontraba en reparación.
Buscando en el laberinto de
placas que indicaban el número de los apartamentos, ojeamos una puerta abierta.
Al interior del apartamento, divisamos una silueta de un joven, con una
estatura alrededor de un metro con setenta y cinco, que se apoyaba en el
barandal de la ventana, era un joven que detalladamente observaba lo que
sucedía del otro lado. Al percatarse de nuestra presencia, sobresaltó y se
encaminó a la puerta a recibirnos con una sonrisa de oreja a oreja, que dejaba
en descubierto los hoyuelos en sus mejillas.
El barranquillero Juan David
Lobelo, con su extravagante personalidad, nos saludó e invitó a pasar y
seguidamente a sentarnos en un amplio y cómodo sofá color beige. Él no dejaba
de mirar hacia la ventana, lo que nos generó intriga e hizo que nos pusiéramos
de pie y mirar junto a él. Se trataba de varios helicópteros que habían
arribado debido a la llegada del presidente Iván Duque a la ciudad. Ese
momento, nos ayudó a entrar en un ambiente más sociable, en el que hicimos comentarios
acerca de cómo lucían las naves aéreas.
Entre risas y bromas, nos
acomodamos nuevamente en el sofá para dar inicio a la entrevista. Él lucía un algo
ansioso, su pierna izquierda no dejaba de moverse, así que decidimos conversar
un poco acerca del torneo de fútbol de Inter facultades de la universidad, eso
liberó la tensión que nos rodeaba.
Con espontaneidad y confianza,
nos habló de cómo empezó su gusto por la música.
Contaba que cuando tenía entre
tres y cuatro años le gustaba mucho las canciones del cantante Carlos Vives. Se
disfrazaba y hasta bailaba con un caballito de madera la canción más sonada en
ese entonces del cantante: Caballito.
Ese momento fue jocoso, pues cambió el título de la canción, ya no era
caballito sino El burrito. Seguidamente,
dijo: “bueno, ya más grande, cuando tenía entre ocho y diez años, estábamos en
clase de música. El profesor puso a cantar a la gente, yo nunca en mi vida
había cantado y en ese momento canté. A él como que le gustó y después de eso
comencé a darme cuenta de que tenía talento y empecé hacerlo de una manera más
constante. Hoy lo veo como mi proyecto de vida”.
Al finalizar las palabras, un
ruido llamativo aturdió nuestros oídos, provenía de los helicópteros. Estaban a
punto de despegar. Hecho que nos hizo detener la entrevista por unos minutos.
En ese tiempo, veíamos cómo abordaban los helicópteros los miembros del
gobierno de nuestro país. Pasados quince minutos, las aeronaves despegaron, lo
que nos permitió continuar con la entrevista.
Decidimos preguntarle sobre su
participación en eventos escolares. Con una mirada fija en un adorno navideño
que había tomado de la mesa de centro de la sala, buscaba en el baúl de los
recuerdos… “sí, claro. Llegué a representar al colegio en varias ocasiones. En
la institución, había concursos en los que me inscribía, podía participar y en
los que me iba muy bien. También participé aquí en Barranquilla, en los
concursos locales que me sirvieron de mucho, entre esos estaba: Quillacanta, en el que quedé como
semifinalista; Operación talento, en
ese llegué a la final y en Talento joven,
en el que también quedé como semifinalista”.
Nuestras miradas se desviaron
hacia la puerta. Iba entrando un niño con un atuendo deportivo. Por su cara
bajaban gotas de sudor como muestra de agotamiento. Pero, aún así, seguía
rebotando su balón de baloncesto intensamente. Se trababa de su hermano menor.
Los
minutos de distracción fueron pocos, pues inmediatamente le preguntamos cuál
era su género musical favorito, a lo que argumentó con seguridad y con sus dedos
entrelazados: “Desde pequeño, me gustaba lo que tenía que ver con Carlos Vives,
lo tropipop. Pero, realmente, a medida que fui creciendo, me fue apasionando,
lo que son las baladas, el género romántico. De hecho, mi mayor influencia,
tanto en lo que me gusta cantar, como en muchos conceptos que he aprendido es
por baladistas como: Noel Schajris, Luis Fonsi, David Visbal y Pablo Alborán.
Aunque viendo bien, en la parte comercial, hay que también pensar un poco en
eso. Mi género favorito es la balada, lo romántico. Pero hablando de lo que me
quiero dedicar, sería un poco más Pop urbano, el pop un poco más moderno”.
A pesar de que un ventilador mitigaba el calor
desbordante de aquella tarde, la sed no se hizo esperar, lo que conllevo a que
le pidiéramos gentilmente a Juan David un refrescante vaso con agua.
Posteriormente, indagamos acerca de cuál consideraba su mayor fortaleza. Sin dudar y con mucha convicción, aseguró: “Mi
mayor fortaleza es la identidad, más que el talento y el dinero que haya en
medio. Por muchas cosas que uno haga, pienso que la identidad es lo que te
diferencia del resto. Si tienes algo diferente a todos, muy seguramente, habrá
alguien que vea eso y apostará por ti. Cuando haces las cosas bien, de buena
gana, con dedicación y tienes ese plus de no ser igual al resto, pienso que eso
es un buen inicio”.
Entusiasmado, nos cuenta que trabaja en su primer
sencillo musical que lanzará próximamente.
Las brisas tomaban fuerza al llegar la noche. El
calor poco a poco iba desapareciendo. El ambiente estaba tranquilo. El sonido
de un celular que al parecer recibía una llamada interrumpía la recta final de
la entrevista, era el de Lobelo. Alguien lo esperaba para salir. Pese a eso,
nos miramos y decidimos preguntarle sin más ni menos que cómo se visiona dentro
de cinco años. En sus ojos claros se reflejaba la ilusión de cumplir su gran
sueño y con certeza afirmó: “Bueno, dentro de cinco años me visualizo estando
dentro de la gente importante de la música. Para eso sé que debo trabajar muy
duro, tengo que estudiar. Y también sé, que, con disciplina, con perseverancia,
y creyendo en lo que uno tiene, se puede llegar muy lejos. Primero que todo,
hasta donde Dios me quiera llevar, y luego hacer todo lo posible para llegar lo
más lejos que pueda”.
No nos despedimos sin antes agradecer por el tiempo
brindado. Él nos hizo saber que siempre seriamos bienvenidos.
Carisma, humildad, alegría,
entusiasmo, positivismo, entre otras cualidades, son las que hacen de Juan
David una gran persona.
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