Por Tony Gallo Flórez
En
la época de antaño de Barranquilla, ciudad pujante y con gran importancia
económica, cultural y social para Colombia, la intersección de la Avenida Olaya
Herrera con Calle Paseo Bolívar (actual Carrera 46 con Calle 34), se convirtió
en el lugar donde Álvaro Echeverri de Barros y
un grupo de vendedores ambulantes llegaron como parias del Centro de
Barranquilla.
Ellos vendían –en las calles, aceras y afueras de los
almacenes– marcas de productos no muy comunes por esos días en el comercio,
como perfumes, polvos y juguetes de Navidad, entre otros.
A lo largo de estos años, San Andresito ha sido uno de los
referentes del sector comercial de Barranquilla. Aquellos vendedores de los
andenes del Centro pasaron a ser importadores, Ya no solo viajan a San Andrés (principal
lugar de origen de los primeros cargamentos de mercancía y debido a esto
recibieron el nombre de San Andresito), sino a Estados Unidos, Panamá, Europa y
Asia.
Hoy el centro comercial afronta una dura pelea, pues el
proceso de renovación urbana lo obligo a desaparecer, ya que allí, el Distrito
tiene planeado construir una plaza y un parque que conectarán el Museo del Caribe
con la Intendencia Fluvial.
Y
aunque San Andresito era un centro donde la mercancía de contrabando hacia
parte de su diario vivir, se convirtió en un referente importante en la
cotidianidad de la ciudad, y no solo eso, se convirtió en el sustento de miles
de familias barranquilleras, que con la desaparición de este, ven enredada la
forma de subsistir. Como el caso de Ignacio Villareal quien expreso,
“Llevábamos 50 años trabajando aquí y el Distrito nos quiere dar 18 millones de
pesos por los locales y apenas 2 millones por las mercancías que tenemos en
bodega”.
Las
voces de los comerciantes hacen un solo coro al hablar del tema, “San Andresito
es nuestro”, así afirman muchos de los ex ocupantes de la edificación como
Antonio Amador, quien se ha convertido en un vocero en esta lucha, en sus
palabras, el centro comercial pertenece a muchos de los vendedores que ahí se
encuentran debido a que, alguno de los gobernantes de turno entrego a los
ocupantes escrituras, tal vez como una maraña en una campaña electoral, pero
con esos documentos es valido afirmar que ellos son los dueños de San
Andresito.
Pero
para Diana Amaya, Secretaria de Control Urbano y Espacio Público, estas
escrituras “solamente reconocen la titularidad de la estructura física”, y no
del terreno donde se encuentra el centro comercial y bajo esa premisa, dieron
paso a un proceso de negociación con los comerciantes ocupantes del mismo que
dio como resultado la construcción de un nuevo San Andresito, ahora acompañado
con el apellido “Del Río , debido a su cercanía a la Avenida del Río una de
las obras banderas del gobierno local, donde se le devolvió la mirada al río.
Pero,
la construcción de este nuevo San Andresito, prendió de nuevo la polémica y
como afirma Andrés Stiven: “los nuevos inquilinos de San Andresito El Río eran
comerciantes arrendatarios que prefirieron reubicarse debido a las presiones
del Distrito, aun sabiendo que estamos en desventajas en este proceso”.
Y es
que de la economía de San Andresito, el desaparecido, dependen alrededor de 300
familias de forma directa, representado en comerciantes dueños y arrendatarios
de locales, donde predominan la ropa, tecnología y perfumes como mercancía de
ventas, más de esto se suma los casi 40 “maneros”, quienes se dedicaban a
vender lujos de automóviles en el lugar y los distintos núcleos familiares que
se dedicaban a la venta de alimentos como el cabrito y distintos productos del
mar o de río.
Tal
vez, el caso de la desaparición de San Andresito, traiga a la mente de los
barranquilleros el viacrucis del antiguo Banco Agrario, en el Paseo Bolívar,
que en su época se convirtió en una piedra en el zapato de la reconstrucción de
la historia de la ciudad, debido a que el mismo hacia parte de ella; por lo
que, San Andresito debió correr otra suerte, como explica Jorge Rodríguez,
comerciante afectado.
Y en
ese punto, muchas voces se escucharon en rechazo a la desaparición de uno de
los patrimonios de la ciudad, que en su interior demuestra la garra del
barranquillero, que no se vence ante la adversidad y sale adelante como puede,
pero a la vez, este proceso está en una dinámica social acelerada en la
búsqueda de entrar en muchas dinámicas propias de la modernización, lo que
representa un llamado de atención y un despertar como sociedad, para que esto
no suceda más, tal vez San Andresito no desapareció de un todo, pero si se
perdió la memoria colectiva que representaba ese centro comercial para la
ciudad.
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