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martes, 26 de noviembre de 2013

La rentabilidad de la muerte

Barranquilla ha sido, al igual que otras muchas ciudades en el país, una capital considerada y constituida para los negocios, y, al igual que las distintas urbes pioneras de Colombia, se caracteriza por promover la inversión de proyectos. Hasta las ideas de negocios menos concebidas por los inversionistas toma lugar en esta ciudad, abriendo un espacio a proyectos de distintas clases: desde los más útiles hasta los menos necesarios, y desde los más usuales hasta los más extraños.


Uno de esos proyectos que ha cobrado vida en la Puerta de Oro de Colombia en los últimos años, y se ha convertido en un negocio fuerte que se ha “fortalecido en la debilidad de muchos”, son los servicios funerarios y los campos santos. Se ha podido ver cómo, al cabo de unos años, los cementerios y los planes exequiales para adquirir un lugar digno en donde repose nuestro cuerpo después de la vida, se ha proliferado hasta el punto de llegar a vender éstos puerta a puerta por todas las calles de Barranquilla, tal como se solía vender, hace ya algún tiempo, los panes, el periódico o algún pasabocas por aquel hombre perteneciente a una fundación en busca de la rehabilitación y reintegración social de algún grupo marginado.

José Sarmiento, Jefe operativo de Jardines de la eternidad sede norte perteneciente al grupo recordar, menciona que la empresa lleva más de 30 años al servicio de la comunidad, empresa la cual ofrece un paquete para quienes se encuentran padeciendo la pérdida de un ser querido que abarca casi que, de manera integral, afrontar la partida de aquel ser amado que ha fallecido. Sin embargo, el gran interrogante está en la trama socio-económica que se maneja en estas empresas, La distinción de clases y el costo que tiene para las personas acogerse a morir dignamente de acuerdo a su estratificación.

Sarmiento apunta que ellos como empresa, no piensan en la estratificación ni en la capacidad económica de las personas que asisten al lugar buscando los servicios de la compañía, pero que no obstante la celebración de un funeral en el campo santo en donde labora oscila entre los diez y veinte millones de pesos: el precio siempre estará sujeto a los requerimientos que realicen los familiares del finado y de la magnitud que le quieran proporcionar a dicha celebración. Esta y muchas otras realidades, se viven a diario en este negocio, dejando al descubierto que la muerte, en muchas ocasiones, resulta ser un poco más costoso de lo que muchos nos solemos imaginar.

Por otra parte, el sacerdote encargado del cementerio católico “Calan Cala”,  Omar Peñate, manifestó que en este cementerio “todos son iguales”. Dejándonos en claro desde un principio que aquí la realidad es muy particular y diferente a la del resto de cementerios de la ciudad, ya que por su condición de ser un campo santo fundamentado en la religión católica, prevalece la aplicación de los valores y la importancia de la dignidad del ser humano, aún después de fallecer.

El sacerdote Peñate afirma que, a diario, es difícil lidiar con los diferentes problemas que tocan a su puerta, pero que, a pesar de las adversidades, nunca habrá un problema que no se pueda solucionar. Apuntó que, en este cementerio, para poder otorgarle una digna sepultura a una persona sólo basta de un permiso de la Alcaldía de Barranquilla que ratifique y especifique la condición de pobreza de la familia, el carnet del Sisben y la módica suma de veinte mil pesos para poder proceder a darle el último adiós a su ser querido, esto como servicio básico, pues poseen otros planes exequiales para afrontar de manera mucho más completa el funeral de un ser querido. De inmediato, pudimos evidenciar cómo, hasta luego de morir, aún sigue teniendo importancia la estratificación social, pero que, sin embargo, la muerte no posee distinciones ni mucho menos examina cuentas bancarias para tocar la puerta en la vida de las personas, sólo llega en el momento indicado.

Dentro de nuestro contexto local, no sólo las empresas dedicadas a la prestación de servicios exequiales son las únicas que se lucran del fallecimiento de las personas, también pudimos notar cómo los negocios informales se han tomado su espacio dentro de este tema y cómo algunos viven a diario “a punta del rebusque” en los interiores y exteriores de los cementerios. Personajes como “Luis”, el rezandero más famoso del cementerio Calan Cala, afirma que su trabajo es acompañar a las personas en su dolor, y apunta que su trabajo no lo ve como tal, sino como una ayuda que él realiza a los dolientes, y manifiesta que su fin es entablar una ayuda mutua: “mientras que las personas me ayudan a vivir, yo los acompaño en su dolor”.

Así como Luis, hay muchas otras personas que laboran como vendedores de rosas, limpiadores de tumbas y hasta cantantes que se lucran a diario de las circunstancias de la muerte, dejando al descubierto que lo que para muchos es la consumación del fin de la vida, para otros es el comienzo y el soporte que les permite vivir a diario.


La muerte hoy en día no se resume al simple acto natural de fallecer, sino en prepararse para este, y en cómo más allá de trascender a otro mundo, la partida de una forma material es la vida de quienes deciden lucrarse a costa del negocio de la muerte.

Trabajo realizado por los estudiantes ANDREA ORTEGA, ANDRÉS ÁLVAREZ, DAYANA DANGOND, DANIELLA AGUILAR, MARÍA JOSÉ LUQUEZ y JEAN CARLOS PERTUZ

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