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lunes, 25 de noviembre de 2013

Tras el fantasma de la violación

El abuso sexual a menores de edad en Colombia, lleva un aumento significativo en los últimos años.  Los niños que son violados, en muchas ocasiones por sus propios familiares y amigos cercanos,  llevan un calvario en su interior. Cuando un niño es abusado, posee traumas que prontamente son reflejados en su etapa de adultez.

Camilo Rodríguez  es un hombre de 25 años que, desde muy temprana edad, fue abusado por su tío, y, desde entonces, no ha tenido una vida tranquila. Por más de tres años, esta figura familiar se convirtió en su pesadilla, en las noches  al cerrar sus ojos, siempre se le venía el recuerdo de los gemidos de satisfacción de su tío, al disfrutar de su cuerpo,  mientras él aborrecía sus quejidos y sudor mal olientes.

Rodríguez jamás hizo público este hecho por miedo a que su tío atentara contra su vida, ya que, en múltiples ocasiones, lo amenazó  de muerte. El  abusador, al irse del país, desató aquella amenaza y, por fin, Camilo decidió hablar sobre el tema, el abusado afirma que:   “el repudio que se siente,  al ser una víctima de abuso sexual, es tan asqueroso, que mi vida es un asco desde que ese infeliz puso sus manos sobre mí”.

Los niños que son abusados emprenden un largo recorrido para recuperarse de ese hecho tan atroz, pero, al llegar a la adultez, grandes secuelas quedan en su personalidad. Camilo Rodríguez ha sentido que, a partir de ese momento, el gusto por los hombres afloró sobre él  y, quizás, es un enfermo más. Dice que, en  más de una vez, ha intentado quitarse la vida porque no ha podido enfrentar sus problemas desde entonces.

El psicólogo Cesar Castillo, quien ha evidenciado muchos casos de abusos, afirma que “cuando una persona es abusada en sus primeros años de vida, en su adultez empieza a generar todo tipo de comportamientos o trastornos; dentro de ellos, está la  agresividad, la baja autoestima, la represión y depresión, ya que se sienten utilizados como un objeto más. La inseguridad puede afectar su vida laboral y el miedo a estar con una pareja, en el momento de consumar un acto sexual”.

Los familiares de las víctimas  de abuso sexual, en muchas ocasiones sufren un calvario de culpabilidad, por permitir el acercamiento del abusador a sus hijos y porque, en muchas veces, no les dieron la  confianza suficiente para contar lo que les estaba sucediendo.

Lina Lara, madre de Camilo, pasa sus días en penas y angustia desde que se enteró del terrible hecho. El violador sigue su vida feliz en España, mientras que su hijo no ha podido superar lo sucedido, a pesar de todos los años que han trascurrido. “Ya no sé qué hacer con mi hijo, no ha podido tener una vida normal, no quiere salir de la casa, se ha intentado quitar la vida, y por más ayuda psicológica que ha tenido, no ha encontrado la paz interior ni mental que necesita”.

El caso de Camilo es uno, entre miles que se da en este país. Estadísticamente, según un estudio realizado por el ICBF, en octubre 2013  en Colombia se reportaron 453 casos de abuso sexual contra menores de 14 años.

Medicina Legal afirma que el año pasado este organismo colombiano informó que 11.333 menores de edad fueron víctimas de delito sexual y 17.628 en el año 2011.  Para el 2013, si bien las cifras son menores, aún se están recopilando los datos, con el agravante de que crece el número de niñas y niños asesinados después de ser violados.


Los abusados siempre mantendrán secuelas mentales y afrontaran serios trastornos, producto de estas violaciones que afectan la personalidad y el pleno desarrollo integral de un ser humano.

Trabajo realizado por los estudiantes MARÍA SANDOVAL, CAROLAIN RIVERA, YAZNIRIS DORIA y KAREN QUINTERO 

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