Dentro de la concepción de
seguridad que se maneja dentro de la jerga costeña, se entiende por inseguridad
todo acto delictivo que esté íntimamente relacionado con hurtos, asesinatos por
extorciones, inseguridad vial y un sin número de situaciones que empañan la
tranquilidad de los atlanticenses. Lo cierto es que se ha ignorado la situación
de inseguridad en la que está inmersa la mujer costeña, siendo esta víctima de
diferentes escenarios de violencias físicas, verbales, psicológicas y, en casos
más extremos, despojándola de su vida.
Esta condición se ha visto ignorada muy
seguramente por patrones culturales que, por generaciones, se han mantenido en
la región caribeña, el patriarcado, haciendo que actos como estos queden en la
ambigüedad de su anonimato o incluyéndolos dentro de la normalidad costumbrista
de sus vidas.
En años anteriores, se creía que
este flagelo solo tocaba las puertas de las familias con escasos recursos y se
asumía que, por la precariedad del contexto en el que vivía, era que se
propiciaban este tipo de situaciones. Para el año 2006, el caso de Lissette
Ochoa Amador, quien era la protagonista
de los titulares nacionales luego de que su esposo Rafael Dangond, reconocido
empresario de la élite barranquillera, le propiciara una golpiza a las afueras
del Country Club.
Según Medicina Legal, para el
2009, Barranquilla presentó 824 casos de mujeres que fueron violentadas por sus
compañeros, 103 homicidios por la misma causa; para el año 2010 fueron 34
mujeres asesinadas; en el 2011, esta cifra aumentó a 35; en el 2012, fueron 41
y en lo corrido del 2013, van 268 denuncias de violencia intrafamiliar y 39 casos
de feminicidios
En los últimos tres años, los
casos de feminicidios más repudiados han sido el de la barranquillera Clarena
Acosta, reconocida diseñadora asesinada por su esposo Manuel Viñas, y el caso
de Rosa Elvira Cely, quien fue sometida a un empalamiento (método de tortura
utilizado en la edad media, en el que a la víctima se le era atravesado una
estaca ya sea por la boca, vagina o recto).
Según una publicación de la
Universidad Nacional, Colombia ocupa el tercer puesto en feminicidios a nivel
latinoamericano; a nivel nacional, Bogotá ocupa el primer lugar, le sigue
Medellín y, por último, Barranquilla, la Capital Americana de la Cultura. Aun
con este panorama tan desalentador, el
estado no quiere apoyar el proyecto de ley llamado “Rosa Elvira
Cely” presentado por Isabel Agatón
Santander, el cual tipifique como delito autónomo matar a una mujer por el
hecho de serlo, sea en lo público o privado. El gobierno colombiano se escuda en el hecho
de que la ley ya ha establecido los artículos necesarios para proteger a la
mujer, lo curioso de la situación es que cada día los indicadores de
feminicidios aumentan, lo que indica que las medidas que se están tomando no
son lo suficientemente severas para frenar este tipo de violencia.
Annie
Hooker y Damary Pizarro
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