VANESSA
MARTÍNEZ CASTILLA
Bajo
el abrasante sol y el estremecedor calor que azota a la ciudad de Barranquilla,
tuvimos una cita en la cancha del barrio El Porvenir de Soledad con Rodrigo
Martínez Rodríguez a eso de las 2 p.m., hora en la que el señor Rodrigo deja de
lado el deporte y el ejercicio para dedicarse a sus labores como profesional.
Días
antes en los que se acordó la cita, tuvimos la leve impresión de que nuestro
entrevistado sería una persona un poco distante y de pocas palabras, puesto que,
al atendernos, la llamada telefónica fue demasiado cortante, como si quisiera
concluir rápido el asunto. Por eso, al llegar al sitio acordado, la
preocupación nos invadía un poco porque no estábamos seguras de cómo se
desarrollaría.
Sin
embargo, esa preocupación se desvaneció más rápido de lo que esperábamos porque,
al preguntarle a unos señores que estaban sentados en la gradería de la cancha
por el señor Rodrigo Martínez, un hombre alto, moreno, con tacos desamarrados y
uniforme un poco sudado, que denotaban que ya había jugado su partido, se
levantó entre ellos y con una gran sonrisa nos dio la bienvenida. “Buenas
tardes señoritas, mucho gusto. Yo soy Rodrigo Martínez, si me regalan un
segundo y me arreglo un poco para atenderlas como debe ser.”
Mientras
lo esperábamos, nos ubicamos debajo de un árbol que daba una gran sombra para
podernos refrescar, porque el calor era bastante intenso. Al cabo de un rato,
el señor Rodrigo llegó con dos gaseosas en la mano y nos las ofreció. Una vez
se ubicó con nosotras, nos pidió que iniciáramos la entrevista, porque quizá
más tarde lo podían llamar del Concejo de Soledad para ir a una reunión.
Como
si tuviese idea de lo que le íbamos a preguntar, comenzó hablándonos de la
época en la que tan solo era un pequeño que soñaba con algún día, ser un
profesional. “Todos los niños en algún momento dijimos: Cuando sea grande
quiero ser policía o bombero, pero yo me inclinaba era por ser abogado. Por
allá muy lejos, en alguna instancia, quise ser comunicador social, pues animaba
las semanas culturales, los eventos del colegio, pero, fundamentalmente, estaba
enfocado en que tenía que ser derecho”.
Tanta
era la ilusión de ser abogado que después de terminar su bachillerato, se
inscribió en la Universidad de Antioquia; sin embargo, después de presentar el
examen, no fue aceptado. “Me sentí algo triste con esta situación, pero nunca
desistí de mi sueño. Los obstáculos son para vencerlos, no para que nos
destruyan ellos a nosotros”.
A
medida que transcurría el tiempo, como quien le cuenta sus más íntimas
vivencias a sus amistades, el señor Rodrigo parecía ser un amigo más de
nosotras. Algo que nos conmovió mucho y que resultó ser una anécdota muy
curiosa fue que cuando el señor Rodrigo era un niño, vivía en una casa que
cuando llovía se inundaba por el crecimiento del arroyo San Rafael y al ver la
angustia de su abuela, él siempre trataba de calmarla. “Yo sufría mucho al ver a
mi abuela preocupada por nuestro bienestar. Yo le decía, tranquila mamá Julia
que cuando sea alcalde canalizo el arroyo pero, por supuesto, a esa edad no
tenía ni idea de lo que debía hacer un alcalde”.
Al
contarnos esto, en su rostro fue fácil notar cierta nostalgia y tristeza al
recordar esos momentos tan difíciles que tuvo que afrontar en su niñez. Sin
embargo, después de dejar de lado la melancolía, nos contó que le ofrecieron
ser candidato a la Alcaldía de Soledad. “Un grupo de muchachos del entonces
Alianza Democrática M-19 como consecuencia de ganar el Premio Nacional de
Periodismo Simón Bolívar, me ofrecieron el ser candidato para la Alcaldía. Yo
acepté y gané, así que aprovechando este puesto, lo primero que hice fue
canalizar el arroyo”.
En
sus ojos y gestos, se observaba cierto orgullo por haber cumplido con esa
promesa que llevaba guardada en su corazón desde que se lo había prometido a su
abuela. La entrevista llevaba alrededor de 45 minutos y, aunque el día había
estado caliente, a las 3 p.m. la intensidad había disminuido y entre risas y
comentarios, el señor Rodrigo nos dijo que se sentía a gusto de que lo
hubiésemos tenido en cuenta para la entrevista.
A lo
largo de nuestra conversación, se describió como una persona perseverante y
luchadora, y nos resaltó mucho que aunque deseaba estudiar, la economía en su
familia no era la mejor, pero nunca desistió de su deseo. Por eso, cuando se le
presentó la oportunidad de estudiar Comunicación Social – Periodismo en la
Universidad Autónoma del Caribe, no lo dudó ni un segundo. Sin embargo, tenía
claro que su meta era hacerse especialista en las leyes. “Yo termino la
Alcaldía en diciembre de 1994 y en enero de 1995 entré en compañía de mi esposa
a estudiar Derecho, de hecho, fue ella quien me impulsó e inscribió en la
carrera”.
En
su carrera política, se ha desempeñado como Alcalde de Soledad, Diputado del
Departamento del Atlántico, miembro de la Junta Directiva del Área
Metropolitana de Barranquilla y miembro del Comité de Crédito de FINDETER.
Actualmente, se desempeña como Concejal del Municipio de Soledad, mostrando
cierta alegría porque se está dedicando a lo que siempre le ha gustado.
Rodrigo
Martínez Rodríguez, es un hombre de fe y siempre tiene presente al Dios de los
Cielos. “Le agradezco a Dios por haberme permitido cristalizar mis sueños. Yo
nunca me propuse ser político, pero fue Él quien quiso que yo fuese elegido
como alcalde en una elección popular. Es Él quien abre los caminos”.
Después
de una hora y media de la entrevista, una llamada inesperada interrumpe nuestra
conversación. “Si listo, ya voy saliendo para allá. Dígale al presidente del Concejo
que en 20 minutos estoy allá”. Inmediatamente, sabíamos que nuestra entrevista
había terminado, así que para no ser inoportunas, decidimos agradecerle por su
tiempo y por habernos atendido con
amabilidad.
El
señor Rodrigo nos dio las gracias nuevamente por tomarlo en cuenta como un
personaje para nuestra entrevista y se despidió de nosotras, no sin antes
darnos un consejo como futuras profesionales. “La vida es de constantes luchas
y retos, unas veces nos cerrarán puertas pero también nos abrirán otras. No
desistan de sus sueños que estoy seguro de que serán grandes periodistas”. Con
esas palabras sabias, nos fuimos conformes con nuestro trabajo y nos dimos
cuenta de que aquel hombre que nos había atendido por teléfono, no era ni
rastro del concejal atento y amable que nos atendió durante hora y media.
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