Cuando pisamos esas calles arenosas y llenas
de piedras de la calle 30 no teníamos ni idea del camino para llegar, no
conocíamos a nadie, y, solo nos acompañaba un papelito con nuestro destino,
paramos un motocarro, de esos característicos
de esos municipios y le dimos la dirección.
-Señor, buenos días, ¿nos podría llevar a la
carrera 26 con 20?-
-Mmmmm, no
sé, ¿qué tienda es esa?
-No es ninguna tienda, es la casa del maestro
Pedro Ramayá-
El motocarro arrancó, y unas cuadras más
adelante se estaciono sobre una calle llena de música, donde había muchas
tiendas y lugares donde vendían pollo, carne y otras cosas de comida; fue, en
ese momento, cuando entendimos el porqué de su pregunta cuando dimos la
dirección. Nos señaló una cuadra un poco estrecha, intransitable por vehículos
y llena de pequeñas casitas, la mayoría enrejada.
-El señor vive en esta cuadra, caminen y como a mitad de cuadra pregunten-
-Muchas gracias-
A la sexta casa, encontramos a un señor
sentado en una mesedora frente a un televisor, era el maestro y compositor de
música folclórica Pedro “Ramayá” Beltrán, el revolucionario de la tan escuchada
“Cumbia Soledeña”.
-Buenas -
Se levantó de la mesedora, y con una gran
sonrisa nos abrió la reja de su casa; que a la entrada, en esa amplia terraza,
tenía una colorida alfombra hecha de
muchos retazos de telas que se hacía notar apenas de entrada junto con las dos
matas de helechos puestas a lado y lado de las dos sillas plásticas y las dos
mesedoras que daban un tomo cálido y un ambiente de hospitalidad al frente de
la casa.
En ese momento, observamos que el maestro, al
contrario como lo imaginamos, aparenta
estar como un roble pese a su edad. Vestía un pantalón de dril azul
oscuro, con una guayabera blanca y unas chancletas que reflejan la cultura de otras tierras.
“Buenas, muchachas, las estaba esperando”, dice. Tendimos nuestra mano
para corresponder con el saludo. “Bienvenidas, siéntense”, agregó. Hubo un
silencio corto, mientras nos sentábamos en las sillas plásticas que estaban
ahí, él entró a la casa, e inmediatamente salió y se sentó para atendernos. Mientras
se mecía, nos trasladamos a su infancia, específicamente a la edad de siete
años cuando empezó su gusto por la música; su padre, Miguel Beltrán, fue un
músico que dejó un gran legado, y a pesar que no vivió con él, la música corre
por sus venas. En esta época, Pedro Beltrán, obligado por la mamá, quien era
agricultora, se iba para el monte a recoger los carrusos del palo de papaya y
los cortaba para hacer las flautas, hasta encontrar la forma de hacerlos sonar.
De esta forma, más la ayuda del maestro Goyo Polo, aprendió a tocar la flauta
de millo. “Yo soy un flautero, ejemplo para las nuevas generaciones”,
dice, mientras saluda a un vendedor de
pescado que va gritando “pa´ que lo paguen
en un mes, como paga diario”.
La alegría y el carisma brotaban con cada historia
que contaba resaltando los momentos que vivió a los 18 años en el Ejército Nacional,
no por gusto, sino por interés de salir pensionado, “allá aprendí a tocar
guitarra y acordeón”, afirmó. Durante
este tiempo, en el Ejército hizo un curso de maquinaria pesada y fue nombrado
para ir a construir una carretera en la región de Urabá, una tarde; cuenta el
maestro, que tomo una volqueta prestada y por causa de la carretera en mal estado, atropelló a un
muchacho que estaba cerca “eso fue el 19
de marzo del 53, jamás olvido eso”, tras escuchar esto estábamos sorprendidas y
casi que en coro gritamos
-¿¡Lo mató?!-
A lo que él simplemente con un tono muy
tranquilo nos dijo, “No, yo no lo maté,
yo lo atropellé y él se murió”. Nos reímos en ese momento, pero por lo
cómico de su respuesta, mientras él contaba que estuvo detenido varios meses
por el accidente que le causó la muerte al muchacho.
Cielo, su única compañía en la casa, que
además, es su esposa, una mujer trigueña, cabellos cortos y de baja estatura,
se aproxima a la terraza, acomoda la puerta de la entrada y, amablemente nos
lanza un saludo que nos hizo sentir agusto; inmediatamente, entró a una puerta
que suponemos es su cuarto.
En el año de 1961, Pedro decide venirse para
Barranquilla “yo me vine para
Barranquilla por accidente, me robé a una muchacha y me vine huyendo”,
comenta soltando varias carcajadas. Para
este tiempo, Pedro ingresa al grupo de la Cumbia Soledeña y, luego de varios
años, la transforma, convirtiéndose en el revolucionador de esta.
Los ladridos de un perro que se encontraba en
una casa diagonal nos interrumpía la conversación. “Ya cállate”, exclamó el maestro, mientras se levantaba del mesedor
a ver de donde provenían los ladridos. Regresando
a la conversación, escuchábamos muy atentas el proceso artístico que ha vivido
hasta ahora, el cual ha tomado un pare debido a una isquemia transitoria que se
le presentó hace varios meses, por lo que no es conveniente que siga tocando;
sin embargo, en algunas ocasiones, por petición de la gente va con su
agrupación, que está conformada por sus hijos y toca algunas canciones porque
su señora no le permite más “la música es
mi vida, ¿acaso quiere que me muera?”, comenta, que de esa forma le
responde a su señora cuando no lo deja tocar.
Mediante el diálogo ameno que surgía, otro
vendedor, esta vez de plátano, papa y piña, pasaba por la calle vociferando, ya
la situación tornaba cansona tanto para nosotras como para el maestro. “Esa gente me interrumpe”, decía, detrás
de cada grito del vendedor.
Se acercaba la hora del almuerzo, teníamos
hambre, sed y el calor asechaba cada segundo más, pero a pesar de todo este
hombre sentimental, romántico, noble, amable, alegre servicial y afortunado por
la gente, es así como se califica y al igual lo transmite, nos termina una
exitosa y grata conversación con la interpretación de su última composición que
aún no ha salido “La muza alborotada” tocando la flauta al son de una cumbia
que nos contagia de alegría y de ambiente carnavalero.
Soy una amante de la cultura caribe y por eso decidí leer esta nota que me cuenta cosas que no sabia del maestro es mas ni siquiera lo imaginaba.
ResponderEliminarLa forma en que trabajaron el tema es muy interesante contando el paso a paso de la llegada al barrio y después a la casa,también me intereso mucho la forma en que mostraron la tierra del maestro o por lo menos donde llego a vivir por cosas de la vida, el carisma y desparpajo de un grandioso músico que se muestra en sus respuestas que aunque un poco serias se les busca la manera de que no suenen tan crueles.
Definitivamente es un muy buen trabajo exaltando la cultura caribe y mostrando que cuando algo se quiere se hace.
Una entrevista, con un relato muy detallado de cómo fue el desarrollo de esta, la cual fue hecha al gran maestro Pedro "Ramayá" Beltrán, con un sentir muy jocoso y carismático propio de la personalidad del maestro. Buscaron datos íntimos y que la mayoría de personas desconocíamos de este maestro viviente de la flauta de millo y la gaita, de eso se trata. Resalto el buen desarrollo de la entrevista y como fueron apareciendo datos referentes a sus vivencias, entorno físico y características del personaje.
ResponderEliminarGRUPO C
NOTICIA Y ENTREVISTA
Quise leer esta entrevista por su título, debido a mi aprecio personal por la cultura y por la admiración al maestro Pedro Ramayá. Una entrevista jocosa, folclórica y natural que la vuelve realmente divertida y entretenida. El desarrollo de esta entrevista creativa logra cautivar al lector de tal manera que da espacio a imaginar los detalles y acontecimientos que se presentaron antes y durante la entrevista al maestro. A su vez, se dan datos que probablemente muchos lectores desconocían como lo es en mi caso, y, que demuestran la vida personal y artística de este gran personaje que la cultura caribeña tendrá siempre presente.
ResponderEliminarEsta entrevista capto por compelo mi atención puesto que hago parte de un grupo folclórico y Pedro Ramaya ha sido nuestro punto de partida a nivel musical. Por potra parte en el texto se puede ver mas allá del músico, se aprecia su persona. El autor utilizó un lenguaje jocoso y cotidiano propio de nuestra región, se nota que observó con lupa lo que acontecía en ese momento y así mismo pudo plasmarlo aquí. Pedro es una insignia de la cumbia soledeña y del folclor de esta tierra, puedo decir a boca llena que admiro mucho su trabajo y la manera en que trasmite tanto aun sin haberlo estudiado, su empirismo le permitió realizar cambios en los productos musicales ya establecidos y hacerlos suyos para así darnos la oportunidad de apreciarlos de una forma diferente. Espero algún día que mi música trascienda fronteras y generaciones como la de este maestro.
ResponderEliminarLuisa Traslaviña
ResponderEliminarNoticia y Entrevista
Grupo C
En primer lugar, diré que, con solo leer el título capto mi atención, por el motivo que desde muy pequeña bailo y asisto a eventos culturales, en los cuales el maestro Pedro Ramaya hacia sus maravillosas muestras artísticas y folclóricas.
Esta entrevista creativa, desde que comienza le da un contexto jocoso y sociocultural al texto, puesto que, con tan solo narrar los hechos de esa manera, mi imaginación voló hasta su casa, en donde ocurrieron los sucesos y comencé a pensar en lo fascinante que fue todo. También, es importante resaltar que la entrevista no solo tiene la intención de mostrar un personaje característico de nuestra Región Caribe Colombiana, sino su vida personal, desde el ámbito laboral que él ha tenido durante muchos años.
En mi opinión, es una entrevista que juega un papel importante en la sociedad desde lo cultural y social, que no solo cautiva por su lenguaje, sino por tan solo estar con un hombre admirable, que ha llevado consigo mismo la cultura, la música, el arte y la pasión de ser quien es.
He tenido la oportunidad de estar con él, hablar y escuchar cada nota musical de cumbia, que por cierto es uno de mis tipos de baile favorito, ya que refleja la sensualidad de una mujer, el coqueteo de una pareja, y la importancia de la vela, las flores corales y los trajes típicos, que han transcurrido una larga historia. "Transmitid la cultura a todo el mundo, sin distinción de razas ni de categorías" – Confucio (551 a.C.- 479 a.C.), filósofo.