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miércoles, 2 de octubre de 2013

A LO QUE LE LLAMAMOS AMOR

Por Sandra Milena Gutiérrez CH y Osvaldo Álvarez

Sé que es propicio escribir sobre el amor en este mes de septiembre, en el que año tras año se celebra por tradición. Más de una y mil veces he leído sobre el amor y los efectos sobrenaturales que causa en las mujeres que hacen el papel de amantes y a la vez de madres y amigas confidentes.

De las colegialas que cultivan su amistad y después de 10 años se dan cuenta lo dañina y perjudicial que esa persona fue para su vida, de todas esas mujeres que se entregan a su hogar; en especial, a sus esposos y todos esos hombres terminan partiéndole el corazón.


No dejando atrás a las jovencitas que, por error, equivocación o algún otro motivo, terminan embarazadas truncando sus, sueños, metas y expectativas. Y dónde queda la soltera a la que le pito el tren, después de los 30 años y  se quedó esperando a su príncipe azul en un caballo blanco a que recogiera.

Ah! No obviemos a la mujer perfecta y seria que espera a su hombre deseado y a ese hombre que espera a la mujer sumisa, cabeza de hogar y que cumpla todos sus mandatos; esos, de los que estoy hablando, se casan por allá a los 40 años y, mientras buscan su estabilidad económica, planean hijos a eso de los 50 años.

Los novios no se quedan atrás, todos esos que se regalan detalles cada aniversario y, al poco tiempo de noviazgo, se piden matrimonio, el papá de la novia feliz porque de su hija ya se libró y, después de casados, el novio se da cuenta la clase de demonio que se llevó. Del mismo modo, pienso en los abuelos y su extraña relación un poco anticuada en que las que ellos eran la vieja mesa central entre mi mamá y papá; bueno eso me contaba mi abuela ya hace unos 9 días fallecida.


Y en dónde quedan los científicos que afirman que el amor es solo cuestión de cerebro y neuronas. A fin de cuentas, terminé escribiendo del amor, tema trillado por los medios de comunicación, novelas, videos, películas y todos estos medios masivos que nos influyen e invaden nuestra vida y, sin darnos cuenta, nos dejamos llevar por ellos.    

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