Por Steven Santiago
La primera vez que se
conoció el nombre de Emilio Tapia fue quizás, por
los innumerables saludos que recibe el empresario de Sahagún, Córdoba, por
parte de reconocidos cantantes vallenatos, como fue el caso del fallecido Cacique
de La Junta Diomedes Díaz y Silvestre Dangond. Al hombre de las carreteras,
como se le conoce en el mundo vallenato, se suma el proceso que lo vincula al
carrusel de las contrataciones en Bogotá y la relación con sus socios: los
hermanos Samuel e Iván Moreno y los Nule, recluidos en la cárcel La Picota de
Bogotá.
El imperio del empresario cordobés causó conmoción
en su región debido a que, en tan solo 7
años alcanzó una fortuna descomunal que implica: la gerencia del Grupo Asociado
Aliar S.A.S., compuesta en noviembre de 2010 con un capital de $100 millones,
la subgerencia de la sociedad Criadero Rancho La Fe con el 100% de las
acciones, una cuenta en el extranjero en el Banco Credit Suisse en Zurich
(Suiza), y otra cuenta abierta en la que guarda capitales en una corporación de
Panamá y que tiene un fideicomiso en Nueva Escocia.
La incongruencia de todo
este revuelco me genera una duda, cómo una persona que no tiene una carrera
profesional y que de la noche a la mañana adquiere dominio económico y ejerce
poder político se filtra en el seno de los contratos de la capital colombiana y,
además de estar implicado, se le conceda un pre acuerdo por los delitos de
cohecho, concierto para delinquir y contrato sin cumplimiento de requisitos
legales a cambio de colaboración y como beneficio recibiría una condena que no
superaba los 13 años de detención domiciliaria, siga como si nada como un
ciudadano más.
A todas estas, no es posible
que una persona foránea, que no posee ningún puesto público y que, gracias a
sus “relaciones políticas”, haga lo que se le venga en gana con recursos que no
son destinados para su benéfico, no le caiga el peso de la ley como lo instaura
la sagrada y muy respetuosa constitución política colombiana.
A simple vista, no se
necesita investigar para conocer la corrupción y los tentáculos que posee Tapia
para manejar y callar la justicia con sobornos. Este proceso hace parte de la
lista que diariamente se incrementa en cuanto a parapolítica se refiere.
Pareciera que la letra menuda escrita en el carrusel de las contrataciones, le
adjurará a Emilio Tapia muchas ventajas para poder moverse como pez en el agua,
sin que nadie lo pudiera pescar.
Aún no termina la tanda y
parece que los billetes de tapia mandan en los bolsillos de aquellos que, con
tal de complacerlo, le alargan una más de sus controversiales parrandas.
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