Por Letfala Nader y Gina Bacca
El
sujeto camina por la calle. A lo lejos ve a un niño, analiza casi de manera
morbosa sus rosadas mejillas. De forma graciosa, deja salir un dulce de entre
sus manos y hace que el niño lo siga, solo para apuñalarlo repetidas veces en la
pelvis, casi fracturando los huesos del infante.
El
niño era el hijo del ministro de Defensa; no, miento, del ministro de Hacienda;
sigo mintiendo, del presidente. Al tipo le dan cadena perpetua y, por fin, un
agridulce, pero justo final. NO; y aunque esta historia tenga pedazos sacados
de la vida real, continúa siendo falsa, hoy solo nos indigna la cruel realidad.
Despertamos
cada mañana y vemos cómo nuestros hijos duermen plácidamente, pero para muchos
padres ese maravilloso proceso de ver crecer a sus hijos se les murió cuando la
vida misma de estos fue extinta por Garavito, el monstruo asesino de niños, con
más de 164 niños muertos en su lista y, adivinen, posiblemente, pueda salir
libre.
Ya
hacen unos años, desde que se avisó que Luis Alfredo Garavito saldría en
libertad, mucha ha sido la controversia y más las críticas hacia dicha noticia;
incluso, Pirry, en su programa de televisión, ahondó en dicho caso y nos puso
en la pantalla de nuestros televisores al mismo monstruo de hace unos años,
utilizando hoy como escudo, un supuesto cristianismo, pero hablando con toda
naturalidad de todas sus víctimas, su
forma de asesinarlas y el lugar donde habían sido enterradas.
Los
medios han tenido en permanente difusión cada cosa nueva que sale del caso
Garavito, y, aunque a veces se pinte oscuro el panorama, voces esperanzadoras,
como las de la juez primera de ejecución de penas María José Casado afirman que
el asesino saldría, pero de una condena a otra. A ver si se les hace justicia a
estos niños asesinados, hijos de panaderos, campesinos, trabajadores, gente del
común, no de presidentes o senadores ¿no merecen acaso la misma justicia?
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