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viernes, 13 de septiembre de 2013

Quien salva vidas, le tocó cegar una

Por Germán A. Ruiz Zirene

Era una mañana común y corriente. Hacia un día soleado y agitado por la cantidad de pacientes que llegan a diario a la sala de cirugía del Hospital Pediátrico Camino Universitario Adelita de Char. El Doctor León Fonseca es el director de cirugía, pero esa mañana se desocupó temprano, tenía que comprar unos materiales que necesitaba para su clínica, y, por esta razón se dirigió al banco a retirar el dinero.

De regreso desprevenido y tranquilo, con el capital a su lado, parqueó en la clínica Betel, y no se dio cuenta que dos hombres motorizado lo habían seguido hasta ahí. Posiblemente, estos delincuentes ya sabían que el médico había retirado dinero de la entidad, y, por lo tanto, no tendría nada de particular que le tocara ese día ser la víctima, sin saber lo que le esperaba.

El hecho

Para los delincuentes la victima llegó inadvertida. Esperaron que parqueara el carro, diagonal  a la clínica Betel, se bajara de la camioneta de color blanco, que la víctima ubico en la calle 57 con carrera 24, detrás del antiguo edificio del Seguro Social.  Ágilmente el delincuente se bajó de la moto y, con el arma oxidada y el dedo en el gatillo empezó a apuntar al médico para quitarle el dinero.

Era la segunda vez que lo atracaban. Antes le habían pegado un tiro en el ante brazo izquierdo. La gente que presenció el acto quedó paralizada, menos el hermano del médico, quien, impávido, estaba al extremo de la calle, y se encontraba armado. El ladrón no sabía que el destino esa mañana, le haría una mala jugada, y menos que habría alguien armado, pero peor aún que la situación se le saldría de control.

El arquitecto empezó a apuntarlo, y, en ese momento, el médico se aprovecha para desarmarlo, en el forcejo, logra la hazaña y, en defensa propia, le vacío los cartuchos del revólver, sonaron los balazos. Quizás, por los nervios y por el instinto de supervivencia y de protección, el medico hizo lo que nunca se imaginó.

Segundos más tarde, su cómplice huyó del lugar de los hechos. Aproximadamente,  eran las 10:00 de la mañana. Lentamente el ladrón fue cayendo solo sobre el pavimento, a un costado de la calle, diagonal al carro, y por su boca salían los fluidos blancos propios de la muerte, “vómito”, producido por una hipoxia cerebral, por falta de oxígeno en el cerebro.

 Después del tiroteo, el lugar de los hechos se llenó de curiosos. De la nada, apareció la Policía. El sonido de las alarmas retumbaba en los odios de los espectadores que se aglomeraban alrededor del delincuente, quien ya se encontraba muerto.  Pero el doctor, dentro de su shock, se negaba a creer que sin querer, en defensa propia, había matado a una persona: qué irónico que quien en tantas oportunidades ha salvado vidas en cirugía, acaba de terminar con una.

Entre varios agentes cargaron al cadáver y lo metieron en la patrulla. Cuando lo levantaron, la sangre se le salía por los costados, derramándola  por una parte de la calle, específicamente donde estaba él.

La imprudencia de la ciudadanía desordeno la escena del crimen y no se pudo recolectar la totalidad de las pruebas. Por otra parte, una  patrulla distinta se llevó a los dos hermanos a tomarles las declaraciones, al mismo tiempo que una mujer que presenció los faticos hechos, alterada y asustada, le decía a los oficiales: “Lo mato con su misma arma, ahí está la prueba, los proyectiles del arma son de él”.

Apresuradamente, la patrulla de la Policía transporto al balaceado al Cari (Centro de Atención y Rehabilitación Integral)  a la vuelta donde sucedo la desgracia, pero el médico que lo atendió dijo que estaba muerto. Luego lo trasladaron a Medicina Legal y en este les manifestaron que tenían que hacer inspección del cadáver.  Así finalmente, el cuerpo fue llevado a la morgue del Hospital Barranquillita.

Identificación del Occiso

Al llegar al Hospital Barranquilla funcionarios de la Sijín revelaron el nombre del delincuente. En la cartera del ladrón, encontraron su cedula: se trataba de Ezequiel Paternina  Torres, de 26 años, natural de Barranquilla. Y la autopsia revelo que Paternina tenía cuatro proyectiles, tres por el tórax y uno en el antebrazo derecho.  Hasta el momento, el personal de la Sijín de la Policía,  esta adelantado las investigaciones previas a los hechos.

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