Por Melissa Covilla Acosta y
Cristina Campo Gutiérrez
Luego de asesinar a más de
100 infantes – se debe decir más de cien porque aún el INPEC y el juez de
ejecución de penas, no se ponen de acuerdo de si fueron 168 o 140- de
violarlos, de cambiar de identidad para cometer los crímenes, y de ocultar la
mayoría de cuerpos de manera inhallable, todo esto en solo 6 años, Luis Alfredo
Garavito podría quedar en libertad por haber confirmado su hazaña y estudiar
mientras esta en la cárcel.
De los 40 años que le
dictaminaron, la pena fue prácticamente rebajada a la mitad (24 años), por
haber hablado sin ningún reparo de sus atrocidades. Y como si fuera poco, ya
que se ha dedicado a estudiar en estos 14 años de cárcel y debido a su “buen
comportamiento”, se han sumado rebajas que podrían dejarlo en libertad en tres
años y hasta podría ganarse la libertad condicional. Ya saben, en un país tan
religioso, ¡el que peca y reza la empata!
Pero lo peor no acaba ahí.
Además del factor psicopático que presenta, se alude, que sus actos también son
resultados de la infancia tormentosa que vivió este personaje, que si bien no
es excusa, estos factores ambientales incidieron en el desarrollo de sus
patologías y perversiones; una crianza basada: en el maltrato intrafamiliar, en
el cual su madre era sumisa ante la agresividad de su padre; en el alfabetismo
y en el trabajo desde muy pequeño.
Parece mentira, pero su
infancia se parece a la de miles de niños del país, que viven en un maltrato
psicológico y físico constante, en la mayoría de los casos provenientes de los
propios progenitores. Además, trabajan vendiendo dulces y asoleándose en los
semáforos para llevar plata a la casa, en vez de estar en una escuela.
¿Acaso no estamos criando
futuras ‘bestias’?
Triste pero cierto. A ver a donde terminamos con esta doble moral, de proteger la vida de quienes no respetan ningún derecho de las personas que tienen alrededor.
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