Kelly Navarro, ejemplo de superación tras la crisis de Venezuela

Por: Laura Durán Díaz

La administradora de Cosechas cede centro pudo colaborarnos con una pequeña entrevista respecto a su vida. El encuentro se llevó acabo en una tienda a las 6:15 de la mañana del domingo. Al llegar al lugar del encuentro, noté cierta inquietud en ella, el espacio estaba totalmente solo y fue un lugar que el ambiente se prestó para poder dialogar más a fondo con su historia.

La venezolana Kelly Navarro lleva exactamente 5 años viviendo en la ciudad de Barranquilla, ella nos cuenta que no fue para nada fácil salir y dejar su casa y a su esposo, porque de alguna u otra manera tenía que sustentar con las cosas de la casa y de su hija. Al principio, llegar a un nuevo país no fue nada fácil para ella.

Al llegar a Barranquilla, venía con un curso profesional en sala de belleza y mientras le salía trabajo, se buscaba su plática con las vecinas de su barrio. Esta mujer con mucha emoción en sus ojos, me contó por todo lo que tuvo que pasar mucho antes de poder conseguir un trabajo estable.

Kelly se menciona a ella misma como una mujer emprendedora, capaz de realizar cualquier actividad. Dice que “ningún trabajo es deshonra, que todo va en la actitud que le pongas”. Cuando le pregunté por su esposo, noté cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, su piel se puso tensa, y se notaba una tristeza profunda en su rostro. Me contó que por sus situación en el país de origen, las cosas no marchaban bien en su hogar. Su esposo no conseguía nada de trabajo y no la dejaba trabajar. Al momento de darse cuenta que pasaban días y a veces solo se comían una sola comida, ella empezó a preocuparse, no sabía cómo iba a reaccionar el marido cuando le contara que se iba a buscar trabajo en otro país. Sin embargo, él entendió que la situación se había salido de control y la dejó partir en busca de nuevas oportunidades.

Al pasar la mañana, entre risas y llantos, Kelly se dio cuenta y recalcó que eso fue una de las mejores decisiones que ella pudo tomar, además de que al mes de ella estar aquí pudo notar que le iba bien con su cuento de ser manicurista.

“Recibí maltrato en la primera peluquería en la que trabajé; mi jefa me gritaba, me jalaba el cabello y yo, como en serio necesitaba el trabajo, no decía nada; mi patrona una mujer de carácter bastante fuerte se encontraba en cierta crisis con deudas, y, al parecer su solución era el desquite con sus empleadas, después de tantos gritos entendí que, aunque estuviera muy necesitada, no podía aguantar insultos ni gritos de nadie”, comentó.

Kelly, una mujer de 27 años, llegó a trabajar a Cosechas sin tener conocimientos de dicho lugar. Cuenta que al principio fue duro aprender a hacer esos jugos, puesto que en su país no se conocía. Al pasar el tiempo, ella considera que fue una bendición de Dios llegar a ese puesto, porque le ha ido muy bien “aunque, como todo, siempre hay clientes pesados y más por la zona en la que me encuentro”, afirma Kelly. Ya ha pasado un tiempo desde que ella se encuentra aquí en la ciudad, y con una sonrisa dice que en realidad ha valido la pena para ella, porque, actualmente, vive con su mamá, su esposo y su hija en un pequeño cuarto.

Su esposo trabaja como domiciliario de una tienda que queda justo diagonal donde residen; su hija la pudo ingresar a un jardín de medio tiempo y cuenta que sin su mamá esto no sería posible, ya que le colabora bastante con su hija Camila.

Con una sonrisa, dice que ella confía mucho en Dios y que la voluntad de él es perfecta y todo lo deja en manos de él. Felices terminamos con la entrevista en la tienda donde trabaja el esposo y, dichosa, a eso de las 8:00 de mañana cogió rumbo a su trabajo.

También tuve la oportunidad de dialogar con el esposo; a pesar de que reservó muchos detalles me dice que es un hombre afortunado por tener una mujer tan echada pa´ delante; aunque les ha costado y tienen la ilusión de volver  a su país en alguna ocasión, no pierden la esperanza con que la situación del país  cambie.

Dice que, sin embargo, mientras están aquí, agradecen y piden mucho a Dios porque gracias a él les ha ido muy bien, al saber cómo hay muchas personas sin hogar viviendo fuera de la terminal de transporte y hasta debajo de los puentes.