Por Diana Márquez
Ante la amenaza de un torrencial aguacero
que se pronunciaba ya con la neblina, las nubes grises y el rocío de una fría
brisa, se logró llevar a cabo la tan esperada entrevista con el gran tecnólogo
de mantenimiento industrial, Parmenides Márquez. A pesar de las condiciones
climatológicas y el retraso que pudo causar ante mi llegada al lugar de la
entrevista, no hubo nada de qué preocuparse, pues, finalmente, pude llegar a la
hora indicada. Alrededor de las seis y media de la tarde, arribé a tierras
soledeñas, exactamente al barrio Los Robles, donde el señor Márquez, como
respetuosamente suelen llamarlo sus vecinos, me abrió las puertas de su
acogedor hogar. Saludándome con un estrecho apretón de manos y una sonrisa casi
que interminable, me dio la bienvenida y me invitó a ingresar a su vivienda,
que además comparte con su esposa Marilin y sus dos hijas. Me convidó a
sentarme en los muebles blancos de su pequeña sala, que hacían una armonía
perfecta en el pequeño espacio; accedí a ello. Una vez ubicados allí, logramos
establecer el hilo de una conversación bastante fructuosa.
Con el telón de fondo de un clima híbrido
entre el calor y la fuerte lluvia que ya azotaba el territorio, dejó de lado su
extraño carácter temperamental. Sí, tan extraño como su nombre. Se olvidó de su
máscara de hombre serio, frío y tosco, y le dio paso al hombre carismático,
alegre y optimista que se esconde detrás de él.
El nerviosismo se apoderaba del ambiente,
pues Parme, como lo llaman sus amigos de confianza, se notaba muy extrañado por
la idea de conceder una entrevista, debido a que no suele brindar respuestas
abiertamente sobre su vida privada; sin embargo, se mostraba entusiasmado por
la idea de que personas ajenas a él le conocieran y se enterarán sobre aspectos
personales. Los movimientos rápidos y desesperados de sus manos gruesas y
largas evidenciaban el esfuerzo interminable que hacía por calmar su ansiedad. Afortunadamente, el rostro sonriente del señor Márquez me da
muestra de su amabilidad, lo que nos permitió crear un ambiente cálido, a pesar
de la fría temperatura, que nos hizo entablar una conversación muy fluida,
amena y cómoda.
Para terminar de romper con esa ola de
ansiedad que se vivía en el ambiente, le propuse que empezáramos a hablar sobre
su vida personal, sus gustos, y su inclinación por los deportes. Y, como era de
esperarse, no dudó ni un instante en acceder a dicha propuesta. Ajustó el cuello
en forma de v de su camisa rosada, juntó sus manos, suspiró profundo y con
total seguridad, firmeza y determinación se dispuso a proporcionarme la
información.
Parmenides Márquez Pérez, nacido en
Barranquilla el 9 de enero de 1969, en las entrañas de un hogar noble, humilde
y de escasos recursos, es el sexto hermano de los once que completan la
dinastía Márquez. Es tecnólogo mecánico industrial, aunque siempre quiso ser
ingeniero, pero por motivos monetarios y la inestabilidad laboral de su padre,
nunca pudo alcanzar su título. Logró graduarse de bachiller académico en el
Instituto Técnico de Comercio, que además, recuerda como uno de los mejores
momentos de su vida, pues creyó que nunca iba a alcanzar su título por la
imposibilidad que representaba ir a estudiar, por el hecho de que debía
quedarse en casa cuidando a sus hermanas menores. A lo largo de su vida, ha
experimentado diferentes pérdidas en su familia: la muerte de dos sobrinos, dos
hermanas, su padre y sus abuelos. Los recuerda con mucha nostalgia, tanto que
se le quebranta la voz al mencionarlos, pues sus recuerdos siguen vivos en su
mente y en su corazón, aunque ya no estén presentes.
Incursionó en el mundo tecnólogo con el
Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), entidad que le abrió las puertas y lo
ayudó a obtener un título, gracias a su gran desempeño académico. Además, fue
premiado por el gran talento y las grandes habilidades que poseía para jugar
fútbol. Empezó siendo central en Supertec, equipo de la institución en que
cursaba sus estudios; pero, posteriormente, fue promovido a arquero; posición
con la que conquistó grandes hazañas, ganando dos torneos locales y uno
departamental.
Cumplido su ciclo en Supertec, y después
de obtener su gran título de Tecnólogo de mantenimiento industrial, ingresó a
Pizano S.A, empresa que le abrió las puertas y fue su casa por 20 años. Allí,
vivió experiencias que marcarían su vida para siempre. En pleno furor y apogeo
de su carrera como portero de Calzados Jojana (equipo que patrocinaba a la
empresa), una máquina apagó el sueño de un hombre que atajaba todos los
problemas para poder anotarle golazos a la vida, pues no pudo impedir que una
máquina partiera su pierna en tres partes. Con angustia y desesperación,
recuerda el momento traumático que vivió al verse al borde de la
muerte. “Si mi compañero de turno no llega y apaga esa máquina, no
estaría dando mi testimonio de vida. Me vi muerto; por un momento todo se nubló
y sentí que la luz, que representa mi vida, se apagaba”, sentenció. Su voz se
entrecortó, sus ojos se tornaron llorosos y dejé escapar una que otra lágrima
al recordar ese doloroso momento que partió su vida en dos.
La incesante lluvia parecía no dar tregua, pero las
sinceras lágrimas que el señor Márquez dejó escapar, fueron la solución perfecta
para apaciguar la violenta tormenta. Bajo el marco de lo que lucía como una
noche fría, larga y emotiva, aproximadamente a las siete y cuarenta y cinco,
empecé a darle un tono de finalización a la entrevista.
No ha vuelto a jugar más fútbol, pues las
tres operaciones que le realizaron le impiden correr o realizar movimientos
bruscos. Con desesperación narra la agonía y su frustración por estar inmóvil
diez meses, en los que el dolor era el principal protagonista. Su vida dio un
giro de ciento ochenta grados, pues no volvió a ser la misma; sin embargo,
afirma con nostalgia y entusiasmo que este episodio terrible le permitió
acercarse más a Dios y lo ayudó a superarse a sí mismo. Su mensaje final fue
dirigido a los jóvenes para que luchen por sus sueños, nunca se rindan y
perseveren en sus objetivos. Hoy en día, está desempleado, pues su empresa
lo liquidó el pasado febrero del presente año, pero después de lo
que atravesó, no se dejará vencer por la adversidad. Nuestro encuentro finalizó
entre risas que se perdían entre el sonido de la ya calmada lluvia y con
fotografías que sellaron el emotivo momento.
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