La visita a una heroína, mi madre

Por Jean Alcalá 

Después de un caluroso y estresante trayecto desde Barranquilla a Sabanalarga, y digo estresante especialmente por los inconvenientes por los que pasamos (mi novia y yo) para tomar el bus, puesto que éste debido a las intervenciones que hay en la vía cordialidad, tiene que tomar otra, ruta de la cual no teníamos idea.

Y caluroso porque decidí hacer la entrevista un domingo cuando al “mono” como le dice mi madre, le gusta hacer su mejor aparición, sin dejar de lado todo lo que tuvimos que caminar por el inconveniente mencionado antes.

Luego de una hora y media de viaje, al fin llegue a la casa de Astrid Linero Bolaño, mi querida madre, quien sería mi entrevistada. No tuve que tocar la puerta debido ya estaba allí, una mujer delgada, de piel morena, de cabello ondulado esperando con una sonrisa que sin importar el cansancio de tantos años de trabajo siempre será la misma, con su peculiar y fingido brinco de sorpresa y su buen sentido del humor:

-¡Ay! Pensé que eran unos loquitos que se iban a meter.

Pasados quince o veinte minutos, luego de habernos refrescado con un vaso de jugo, fuimos al patio para realizar la entrevista.

Un cambio externo por motivos internos

Inicié la entrevista enfocándome en un evento que marcó un antes y un después en la vida de Astrid, mi mamá, que fue el regreso de Riohacha, La Guajira, a su tierra natal, Sabanalarga, Atlántico. Este cambio obedeció a una serie de sucesos de los cuales resaltan: dos funestos hechos y la separación familiar, que se dio después de dichos eventos que, además, conllevaron al abandono de la casa por parte de mis hermanos, así me respondió ella mientras su mirada la mostraba pensativa.

Adicionalmente, me expresó que “el terruño de uno nunca debe ser abandonado por completo”, y que sintió la necesidad de volver por la familia. Además, afirmó que lo más difícil de haberse venido a solucionar problemas familiares es haber tenido que dejar solo a su hijo mayor, Allan, quien se encontraba laborando en el momento que ella se vino por completo.

Mientras conversábamos tan fluidamente, como lo hacían los vallenatos que se escuchaban en el patio vecino, llegamos al tema de qué hacía para sobrevivir en Riohacha y a qué se dedicaba, a lo cual ella me respondió algo que llamo mi atención por la manera tan relajada y desprendida con que lo decía y fue que, a diferencia de Riohacha, donde tuvo estaderos de música salsa, restaurantes, refresquerías y demás, ahora mismo no tenía nada más que unas artesanías, pescados, camarones y su inteligencia para los negocios y que gracias a Dios las cosas llegaban solas sin mayor esfuerzo. - "No me importa no tener la misma cantidad de dinero que antes porque ahora me sobra tranquilidad, tiempo para Dios, mis hijos y mi familia", añadió.

Mientras el gato jugaba con las plantas de mango que ella tiene sembradas en el patio, me comentaba que el ambiente en los negocios era pesado, había gente que por envidia echaba “brujerías”, otros que le hacían la vida imposible y que todo esto la mantenía enferma con y dolores, lo cual no era tranquilidad.

Luego de diez minutos de conversación, me pidió que interrumpiéramos por un momento y que siguiéramos la entrevista en la sala de la casa porque en la cocina había dejado secándose un arroz de camarón que había preparado para nosotros (mi novia y yo).

Ya en la sala, y luego de haber “volteado” el arroz, ella, mientras caminaba hacia nosotros, se recogía sus rizos con un lapicero que sacó de su colorido vestido y tomó asiento. – “Ahora si mijo sigamos para que termines rápido tu trabajo”, expresó.

Ya sentada, llegamos a otro tema importante en su vida que fue su bautizo en la religión cristiana, tema que inició por un comentario de una persona que estaba dentro de la casa. Me dijo que su vida, aun cuando en lo material estaba bien luego de la muerte de su hermana, Haelyn, ella calló en cuenta de que le hacía falta algo en su vida y es cuando entra de lleno en la religión cristiana y su vida cambia completamente. Contó que hoy en día es menos impulsiva, escucha más a los demás, sobre todo a su familia e hijos, y que se aparta de todo lo que la va a incomodar y le quita su paz, - “Yo he cambiado en un 80 o 70 porciento, no te diré que del todo porque eso es casi imposible que pase”, añadió.

Una tarea difícil pero admirable

Habiendo terminado de hablar sobre su vida y los cambios que había tenido, le pregunté sobre una labor que se ha tomado muy enserio y es la de ayudar a los venezolanos que han salido de su país debido a la crisis económica y humanitaria que allá se vive.

A esto, mientras que acomodaba las espigas de un jarrón artesanal que estorbaban en su cara me decía que ha sido una tarea difícil pero no imposible. Actualmente, le arrienda la casa a los venezolanos, pero no por el valor que realmente corresponde al sitio; les brinda comida, agua y consejos, muchas veces sin cobrarles nada.

Uno de los venezolanos se reía mientras ella decía esto y afirmaba que ella tenía la razón.

Y para finalizar, le envió un consejo a los colombianos sobre cómo tratar a los ciudadanos del vecino país, en especial a los más jóvenes porque dice que ellos quizás no conocen muy bien sobre el pasado cuando Venezuela recibió de buenas maneras a los colombianos, - “ustedes los padres deben comprender a sus hijos e instruirlos para cuidarlos de los males que los rodean, y también a enseñarles a tender la mano, a que no humillen, ni maltraten al venezolano porque ellos también tienen parte de esta tierra la cual se ganaron cuando ayudaron al colombiano en Venezuela”, concluyó.