Por: Liliana Padilla
Alrededor
de las nueve y media de la mañana, se llevó a cabo la tan esperada entrevista
con el músico y fotógrafo Roberto Camargo. Como de costumbre, llegué tarde al
lugar, puesto que la reunión estuvo prevista media hora antes, aunque en este
caso no me sentí tan culpable del retraso porque, finalmente, terminó siendo una
cita improvisada principalmente por Robert, como se hace llamar muy
particularmente por sus amigos y conocidos, ya que a esta hora tenía un espacio
disponible de su atosigado tiempo.
Con
un poco de desesperación, pero, sobre todo, con mucha expectación llegué a la
Facultad de Bellas Artes, espacio donde acordamos el “curioso encuentro”, y, lo
denomino así, porque en esos momentos estaba tan ansiosa que experimente un
cúmulo de sensaciones, esperando que el diálogo resultara fructuoso para ambos.
Afortunadamente,
al llegar al lugar, veo el rostro sonriente de Roberto, quién muy amablemente
se acercó para saludarme, extendiendo su mano de forma cordial, gesto que nos
permitió romper el hielo para posteriormente desarrollar una conversación muy
fluida, amena y transcendental.
Aproximadamente,
a las nueve y cuarenta cinco de la mañana, se empezaba a sentir los altos
grados de temperatura, aunque paradójicamente los colores del cielo anunciaban
un pronto aguacero, no obstante, la nubosidad del día se podía observar
perfectamente, la sensación del calor iba incrementando con el pasar de los
minutos. Una vez Camargo terminó de saludar a dos de sus estudiantes que
encontramos en el camino, nos sentamos en unas bancas ubicadas al frente de
unos salones donde se encontraban diversos alumnos recibiendo sus clases de
arte.
Para amenizar el ambiente, le propuse que
empezáramos a hablar sobre su vida, personal, sus gustos, y su inclinación por
el arte; como era de esperarse, no dudo ni un instante en responder, con
propiedad y determinación, comenzó por expresarme su fuerte grado de interés
por la música, la cual considera que es una tradición y una preferencia inspirada
principalmente en su abuelo, quien tocaba el piano y le trasmitió es pasión que
él siente por el folclor.
Vocación
y tendencia hacia la música
Roberto
David Camargo, caballero nacido en Barranquilla en el año 1972, músico,
fotógrafo, y Director de grupo de ensamble de la facultad de Bellas Artes de
Barranquilla, sede de la Universidad del Atlántico, tuvo sus primeros gustos
por la música desde los 16 años. A lo largo de su vida artística, ha
experimentado diferentes formatos músicales, como: sonoras, orquestas rock,
música tradicional y hasta vallenato, cambios que fundamenta a través de su
postura, en la que aduce que un músico
debe enfrentarse a varios cambios por lo que considera que su esencia es adaptarse
a los diferentes formatos.
Aunque a Roberto le emociona. La idea de ser músico y ejercer su profesión,
su gusto va más allá de una tarima, ya que su simpatía es específicamente por
la docencia. Camargo piensa que a través de la pedagogía puede aportarles una
serie de conocimientos a sus alumnos. “Me gusta que la gente aprenda, sea cada
día mejor y pueda adquirir los conocimientos que he adquirido durante toda mi
vida”, expresó con un gran entusiasmo que, sin duda alguna, corroboró en el
mismo instante con su reflexión.
Robert
se convirtió en un ejemplo a seguir visionándose en su futuro como un músico,
pero además aportándole un excelente legado a quienes tienen el privilegio de
recibir sus conocimientos mediante un aula de clases, historia que se ha convertido
en una motivación para su hijo, quien también se empezó a inclinar por los
caminos del arte.
Para
ser sincera, esta inclinación del arte por parte de su hijo me causó intriga
por lo que no dudé en preguntarle ¿toca piano por gusto propio o por qué usted
lo hace? Con contundencia reflejada mediante su mirada profunda y disiente
respondió: “A él le gusta, uno debe brindarle herramientas a sus hijos para que
puedan subsistir, sin duda, el arte es una buena opción, pero si él quiere estudiar
otra carrera pues se puede dedicar perfectamente a ella”.
Transcendencia
del arte en la pedagogía
A medida que pasaban los minutos, la
conversación se iba tornando mucho más interesante, hasta el punto que mi
atención se enfocó primordialmente en sus expresiones, habían trascurrido
aproximadamente 15 minutos en los que su especial atención, suscitaban la
curiosidad, por lo que le pregunté sobre su relación con los estudiantes. “Lógicamente,
hay espacios para ser rígido, pero la rigidez no se trata del maltrato o susto
excesivo, pero sí hay un respeto, y si no aprendes, pierdes, en lo
verdaderamente rígido es en la puntualidad, existen límites y hay que respetar
el tiempo de la otra persona”. Sin pensarlo dos veces, lo interrumpí, con una
risa nerviosa, pero delatadora, manifestándole lo identificada que me sentía
con lo que decía, intromisión que parece
no darle mucha relevancia expresando que no podía afirmar lo dicho porque no me
conocía, respuesta que me dio un aire de tranquilidad, pues, mi impuntualidad
parecía haber pasado a un segundo plano.
El
clima parecía no querer contribuir en el desarrollo de la entrevista, puesto
que cada vez más aumentaba esa sensación de calor que generaban las fuertes
temperaturas en ese momento. En ese espacio nos detuvimos un instante, ya que
otro docente obstaculizó el diálogo para saludarlo, este no tardó en responder
muy amablemente con una efusividad característica de él. Una vez retornada la
conversación Camargo manifiesta que la mejor parte de ser músico, y docente era
que; “mediante un instrumento, se comunica, es muy libre, tiene contacto
directo con el otro, es una conversación constante entre el cantante y el
instrumento, teniendo una relación directa con la voz”.
Finalmente, le
propuse terminar nuestro encuentro mediante unas fotografías que plasmaran y
constaran su labor, por lo que nos dirigimos al salón donde realiza sus clases
y, posteriormente, culminar la entrevista con la práctica de lo que más le
gusta hacer, “el arte”.
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