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viernes, 1 de junio de 2018

Libertad y comunicación mediante un instrumento


Por: Liliana Padilla

Alrededor de las nueve y media de la mañana, se llevó a cabo la tan esperada entrevista con el músico y fotógrafo Roberto Camargo. Como de costumbre, llegué tarde al lugar, puesto que la reunión estuvo prevista media hora antes, aunque en este caso no me sentí tan culpable del retraso porque, finalmente, terminó siendo una cita improvisada principalmente por Robert, como se hace llamar muy particularmente por sus amigos y conocidos, ya que a esta hora tenía un espacio disponible de su atosigado tiempo.

Con un poco de desesperación, pero, sobre todo, con mucha expectación llegué a la Facultad de Bellas Artes, espacio donde acordamos el “curioso encuentro”, y, lo denomino así, porque en esos momentos estaba tan ansiosa que experimente un cúmulo de sensaciones, esperando que el diálogo resultara fructuoso para ambos.



Afortunadamente, al llegar al lugar, veo el rostro sonriente de Roberto, quién muy amablemente se acercó para saludarme, extendiendo su mano de forma cordial, gesto que nos permitió romper el hielo para posteriormente desarrollar una conversación muy fluida, amena y transcendental.

Aproximadamente, a las nueve y cuarenta cinco de la mañana, se empezaba a sentir los altos grados de temperatura, aunque paradójicamente los colores del cielo anunciaban un pronto aguacero, no obstante, la nubosidad del día se podía observar perfectamente, la sensación del calor iba incrementando con el pasar de los minutos. Una vez Camargo terminó de saludar a dos de sus estudiantes que encontramos en el camino, nos sentamos en unas bancas ubicadas al frente de unos salones donde se encontraban diversos alumnos recibiendo sus clases de arte.

Para amenizar el ambiente, le propuse que empezáramos a hablar sobre su vida, personal, sus gustos, y su inclinación por el arte; como era de esperarse, no dudo ni un instante en responder, con propiedad y determinación, comenzó por expresarme su fuerte grado de interés por la música, la cual considera que es una tradición y una preferencia inspirada principalmente en su abuelo, quien tocaba el piano y le trasmitió es pasión que él siente por el folclor.

Vocación y tendencia hacia la música

Roberto David Camargo, caballero nacido en Barranquilla en el año 1972, músico, fotógrafo, y Director de grupo de ensamble de la facultad de Bellas Artes de Barranquilla, sede de la Universidad del Atlántico, tuvo sus primeros gustos por la música desde los 16 años. A lo largo de su vida artística, ha experimentado diferentes formatos músicales, como: sonoras, orquestas rock, música tradicional y hasta vallenato, cambios que fundamenta a través de su postura, en la que aduce  que un músico debe enfrentarse a varios cambios por lo que considera que su esencia es adaptarse a los diferentes formatos. 
Aunque a Roberto le emociona.  La idea de ser músico y ejercer su profesión, su gusto va más allá de una tarima, ya que su simpatía es específicamente por la docencia. Camargo piensa que a través de la pedagogía puede aportarles una serie de conocimientos a sus alumnos. “Me gusta que la gente aprenda, sea cada día mejor y pueda adquirir los conocimientos que he adquirido durante toda mi vida”, expresó con un gran entusiasmo que, sin duda alguna, corroboró en el mismo instante con su reflexión.

Robert se convirtió en un ejemplo a seguir visionándose en su futuro como un músico, pero además aportándole un excelente legado a quienes tienen el privilegio de recibir sus conocimientos mediante un aula de clases, historia que se ha convertido en una motivación para su hijo, quien también se empezó a inclinar por los caminos del arte.

Para ser sincera, esta inclinación del arte por parte de su hijo me causó intriga por lo que no dudé en preguntarle ¿toca piano por gusto propio o por qué usted lo hace? Con contundencia reflejada mediante su mirada profunda y disiente respondió: “A él le gusta, uno debe brindarle herramientas a sus hijos para que puedan subsistir, sin duda, el arte es una buena opción, pero si él quiere estudiar otra carrera pues se puede dedicar perfectamente a ella”.

Transcendencia del arte en la pedagogía

A medida que pasaban los minutos, la conversación se iba tornando mucho más interesante, hasta el punto que mi atención se enfocó primordialmente en sus expresiones, habían trascurrido aproximadamente 15 minutos en los que su especial atención, suscitaban la curiosidad, por lo que le pregunté sobre su relación con los estudiantes. “Lógicamente, hay espacios para ser rígido, pero la rigidez no se trata del maltrato o susto excesivo, pero sí hay un respeto, y si no aprendes, pierdes, en lo verdaderamente rígido es en la puntualidad, existen límites y hay que respetar el tiempo de la otra persona”. Sin pensarlo dos veces, lo interrumpí, con una risa nerviosa, pero delatadora, manifestándole lo identificada que me sentía con lo que decía, intromisión  que parece no darle mucha relevancia expresando que no podía afirmar lo dicho porque no me conocía, respuesta que me dio un aire de tranquilidad, pues, mi impuntualidad parecía haber pasado a un segundo plano.

El clima parecía no querer contribuir en el desarrollo de la entrevista, puesto que cada vez más aumentaba esa sensación de calor que generaban las fuertes temperaturas en ese momento. En ese espacio nos detuvimos un instante, ya que otro docente obstaculizó el diálogo para saludarlo, este no tardó en responder muy amablemente con una efusividad característica de él. Una vez retornada la conversación Camargo manifiesta que la mejor parte de ser músico, y docente era que; “mediante un instrumento, se comunica, es muy libre, tiene contacto directo con el otro, es una conversación constante entre el cantante y el instrumento, teniendo una relación directa con la voz”.
 
Finalmente, le propuse terminar nuestro encuentro mediante unas fotografías que plasmaran y constaran su labor, por lo que nos dirigimos al salón donde realiza sus clases y, posteriormente, culminar la entrevista con la práctica de lo que más le gusta hacer, “el arte”.

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